Terminó la tediosa contienda electoral cargada al máximo de chicanas, de utilización mezquina de cualquier circunstancia con fines electoralistas y con toda esa indigerible parafernalia publicitaria de spots vacíos de contenido. La promesa más repetida, al menos en esta ocasión, fue la de la pronta construcción de cloacas, a pesar de que difícilmente los candidatos vayan a hacer eso desde los cargos para los que compitieron.No importa, terminó. Más o menos todo salió como se esperaba, con un ligero plus para el equipo actualmente a cargo del gobierno central. Los mudos candidatos de Cambiemos ya tienen sus cargos, y “ella”, que perdió, dice que ganó y hasta consiguió que la destituida expresidenta de Brasil la llame para felicitarla por su brillante derrota.Seguimos con nuestras vidasA partir de hoy, usted y yo seguiremos nuestras respectivas vidas sin demasiados cambios, excepto el de comenzar a acostumbrarnos a ver alguna que otra cara nueva en los omnipresentes programas políticos de radio y televisión. En unos días los analistas terminarán de analizar las razones de los respectivos triunfos y derrotas, y antes de que nos demos cuenta, estaremos frente a la cajera del súper mirando con asombro lo caro que está todo, disfrutaremos o sufriremos los avatares del fútbol y extraeremos de algún oscuro rincón el árbol de Navidad para repetir el ritual de fin de año.Es la vida que le dicen, la que, aunque suene extraño, navega en círculos al mismo tiempo que avanza. Llegamos otra vez a fin de año, pero no al fin del mismo año. Que sea igual no quiere decir que sea el mismo. Cada fin de ciclo nos sorprende con un poco menos de cuerda en el carretel.De forma conceptualmente análoga, terminaron otra vez las elecciones legislativas, de eso no cabe duda alguna, y otra vez vemos a una mayoría contenta por el triunfo, a dirigentes satisfechos por el respaldo popular al tiempo que anuncian que ahora sí se podrá avanzar en el camino de la consolidación de los cambios que el país necesita y que están dadas las condiciones para convocar a un profundo diálogo, entre otros, para trazar las grandes políticas nacionales.¿Lo escuchó alguna vez? Si así fue, ¿cuál es su primera reacción ante la reiteración del anuncio? ¿Anda con ganas de creer o piensa que nos vamos a frustrar una vez más? “Con la democracia se come, se cura y se educa”, “síganme que no los voy a defraudar”, “qué lindo es dar buenas noticias”, “no pienso dejar mis convicciones en la puerta de la Casa Rosada” y “sí se puede”. Son frases más que representativas de los últimos 35 años de historia nacional. Todas fueron expresadas ante multitudes extasiadas. Dichas con emoción tal vez genuina por distintos compatriotas que seguramente creyeron que serían ellos los hacedores de esa nueva y gloriosa nación que, según reza el Himno Nacional en su versión completa, se levantó a la faz de la Tierra hace 200 años.Quizás, sea la vencidaTal vez realmente esta sea la vencida. En una de esas, de tanto fracaso sucedáneo a un contundente éxito electoral, hayamos por fin embocado una, y dentro de 100 años la principal avenida de la pujante Argentina se llame Mauricio Macri y esté atravesada en forma sucesiva por importantes arterias llamadas Eugenia Vidal, Elisa Carrió y, por qué no, Esteban Bullrich.Imagino que entiende usted, querido amigo lector, que me tomé unos 100 años de changüí para darle un sentido distinto al de la tradición vernácula que ha hecho que hasta el arquitecto Julio de Vido tenga ya su nombre en una arteria provincial.Para que el tan ansiado éxito sea posible resultará imprescindible que los hoy triunfadores eviten caer en las tentaciones que las mieles del éxito suelen ofrecer a los dirigentes victoriosos. En buena hora el llamado al diálogo, en mejor hora si de ese diálogo salieran consensos que transformaran las decisiones en políticas de Estado, al menos en aquellos aspectos básicos en los que de una vez por todas tenemos que arrancar para un lado y seguir el rumbo por varias décadas.Presidente serio, ministros eficientesNecesitamos un presidente serio, no uno enojado que escracha gente con nombre y apellido. Necesitamos ministros eficientes, pero no obsecuentes. Secretarios de Estado y funcionarios que ocupen su cargo por lo mucho que saben y no por lo fuerte que aplauden, y necesitamos ejecutivos de la cosa pública en general que se enamoren de la gestión tratando en lo posible de no apropiarse de los recursos gestionados.Muchas veces el actual mandatario detalla la forma en que el mundo nos mira. No puede dudarse de que ello es así; la actual gestión ha cosechado innumerables muestras de apoyo y simpatía de parte de líderes de los más variados confines de la Tierra. Pero no es menos cierto que llamamos también la atención de algunos organismos internacionales que siguen con preocupación la manera “argento” que tenemos para hacer algunas cosas. Incluso algunas que había que hacer.Voy más allá del arresto de Milagro Sala o de la desgracia acaecida con Santiago Maldonado. La particular elasticidad que tradicionalmente demostramos a la hora de interpretar situaciones que el mundo monitorea nos pone algunas veces en aprietos. Sea con los organismos internacionales de derechos humanos, sea con otros como la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que levanta su voz para indicar que no es lo mismo un gremialista preso que un sindicato intervenido, y hasta ahora alguna que otra organización dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que en forma reservada alerta sobre severos trastornos en nuestra actividad marítima.“Escoba nueva barre bien”“Escoba nueva barre bien”. Eso reza el tradicional proverbio popular. El país le ha entregado a Cambiemos un refill de la que estrenó hace casi dos años y tengo la particular certeza de que, a diferencia de aquel octubre de 2015, en esta ocasión los votantes ya vieron a los pingos en la cancha, con lo cual no puede decirse que alguien votó engañado.Pero lejos de ser un salvoconducto, el contundente resultado electoral debería ser interpretado por los triunfadores como una carga adicional. Parte de esa mochila de poder es comenzar a corregir aquellos pequeños o no tan pequeños desvíos que han generado ruido no deseado en los últimos meses de la actual gestión.El Presidente habla de diálogo y entusiasma, pero ese diálogo deberá necesariamente exceder a sus ocasionales contrincantes derrotados. Gremios y empresarios han sido fruto de diversos embates en los últimos tiempos. Las carteras de Seguridad y Transporte, por mencionar las más recientes, han cometido pequeños barquinazos que, además de innecesarios, resultaron ser producto de impericia y no de falta de honestidad. Pero cuando el Alto Comisionado de los Derechos Humanos llama por teléfono preocupado o cuando desde Londres un organismo marítimo internacional hace consultas porque le llegan noticias preocupantes, algo pasa.Comienza el primer día del resto de nuestras vidas, comie
nza el primer día del resto de esta gestión de gobierno. Qué mejor entonces que intentar cambiar la historia, haciéndolo para el bien de esos más de cuarenta millones de argentinos que el domingo volvieron a creer en que “sí se puede”.Por Fernando Morales (Infobae)
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