Y esa recta final, la del recuento de votos para el reparto de cargos en juego en todo el país, se antoja el tramo más complicado por la polarización en la que entró la política argentina en los últimos tiempos, que hará muy reñido, tenso y sobre todo lento el escrutinio en distritos claves como la provincia de Buenos Aires. Un caldo de cultivo ideal -abonado además por la proliferación de “proyecciones” y “bocas de urna” que se fueron difundiendo- para que se vivan una vez más las ya casi “folclóricas” denuncias de fraude desde los sectores a los que los números no acompañen como esperaban.En medio de esos fenómenos, cuyo “estallido” se preveía para aproximadamente el cierre de esta edición hasta al menos las próximas horas o días, sorprende positivamente y genera cierta esperanza la calma y el civismo con los que se vivió la jornada electoral de ayer, que solo se vio empañada por algunos incidentes “menores”, en comparación con el convulso y hasta colérico cierre de campaña. Ese sería el escenario deseable para cuando se apaguen los ecos de estas Legislativas 2017 y se aplique la voluntad popular surgida de ellas: que todos trabajen desde sus respectivos espacios y convicciones, pero en un marco de respeto y convivencia. Y sobre todo con una actitud proactiva, buscando hacia adelante las herramientas para la solución de problemas que el pasado, de los más diversos signos, no acertó a resolver. Sean cuales sean los resultados finales, todo hace presagiar que nadie tendrá en los hechos una sumatoria de poder que someta al resto, ni como para “concentrarse” en la “carrera” rumbo a las presidenciales de 2019: ahora toca gobernar y legislar durante dos años y, por el bien del país, las distintas fuerzas están “condenadas” a sentar bases de entendimiento. Ojalá todos se den cuenta de ello.
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