Señora Directora: ¿Dónde está Santiago Maldonado? Lo vieron por última vez el 1 de agosto de 2017, cuando subían su cuerpo a una camioneta de la Gendarmería Nacional. Santiago un desaparecido en democracia, que dice ser el sistema donde los representantes ejercen para todos; donde cada persona en su individualidad es importante; donde los derechos y garantías constitucionales nos protegen de los abusos de la autoridad. Por eso es tan grave su caso, porque la democracia se pone en jaque donde hay un derecho vulnerado, especialmente donde el estado ejerció violencia. Donde el gobierno, las autoridades que ordenaron reprimir la manifestación, las fuerzas públicas que garantizan la seguridad de todos, no pudieron dar explicaciones pertinentes. Cada acto que realiza el estado se debe justificar, pues tiene que pasar por el tamiz de la ley y el procedimiento correcto. Donde no hay explicaciones hay delito, que responsabiliza a los que estuvieron involucrados. El territorio es importante, la producción también, pero más importante es el ser humano. De nada sirve bajar la balanza de pagos si sube la inseguridad; de nada sirve cambiar de auto, o tomar un vino bueno, si hay ciudadanos que están sufriendo. El capitalismo tiende a sobrevalorar la mercancía por sobre las personas, pero es una perversión del sistema que tenemos que curar, la democracia enferma donde el ser humano deja de ser su propósito. ¿Por qué la gente se suele identificar con los ricos y poderosos, no con los pobres y marginados? Porque como la palabra lo dice prefieren pensar que algún día la fortuna les tocará. Santiago era una persona sensible. Le dolía que niños tengan que ver a sus padres sin tierra donde sembrar, con la mirada cansada de tanto pedir. Podía sentir el frío del invierno atravesando las precarias casas de madera y lodo; que se bañen en un fuentón y no con una ducha caliente; que tengan que salir a la letrina; que no puedan comprar útiles a su hijos o cambiar la zapatillas con agujeros. Es dura la vida del pobre para hacerla más dura con palos y rejas. Nadie quiere salir a mendigar, pero si el país que se comprometió a dar bienestar a todos, permite que solo lo tengan los que puedan pagarlo, fuerza a los marginados a pedir limosna; y poco sirven las donaciones de corazón de los que aceptan una sociedad de castas. Imaginemos otro final para el de Santiago; imaginemos que Benetton escucha los reclamos del pueblo mapuche y dona un porcentaje de su un millón de hectáreas que no va a recorrer en su vida. Y Santiago, en vez de estar desaparecido, estaría ayudando a los mapuches a construir sus casas junto con la Gendarmería… Los finales felices a los que Hollywood nos tiene acostumbrados, no suelen suceder en la vida real, pero el bien triunfa a la larga y saca a luz lo escondido. Aunque no puede recomponer el dolor de los que perdieron un amigo, un hermano, un hijo… Ahora Santiago tatúa esperanzas en el corazón de las personas que luchan por las injusticias.
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