Durante su caminata matinal un hombre encontró una botella con una inscripción que decía…¡ATENCIÓN! Dentro hay un genio que te concede todos los deseos pero… cuídate cuando no tenga más trabajo o deseos que conceder, él te comerá.Por supuesto, movido por la curiosidad y por la tentación lo primero que pensó fue en la cantidad de cosas que necesitaba para ser feliz. Entonces, midiendo cuidadosamente las consecuencias a través de su razón, decidió correr el riesgo.Al abrir la botella salió un genio que le dijo: “Amo estoy a tus órdenes hasta que no tengas más deseos. Cuando tus deseos se acaben, yo te comeré”.El hombre, que estaba tan lleno de carencias y necesidades comenzó a pedir cosas. Le pidió ropa, casa, comida. Comenzó primero con las necesidades básicas. Luego siguió, siguió y siguió. ¡Quería tantas cosas! Hasta que llegó un momento en el que tenía todo lo que necesitaba. Una casa hermosa, llena de habitaciones confortables, jardines, llenos de flores y animales exóticos. Dinero, joyas, lujos, salud, amigos, etc., etc., etc. Fue así como poco a poco comenzaron a mermar sus deseos al mismo tiempo que el genio se los concedía con mayor rapidez.Con la misma velocidad que pedía los deseos estos eran materializados. Comenzó a desesperarse porque veía acercarse su final.Recordó entonces, a un viejo monje que habiendo dedicado su vida a la meditación, se fue a vivir a una ermita. Al llegar a la cima del monte, donde este habitaba, le contó de su penosa situación pidiéndole guía y consejo reconociendo que había perdido su paz, le pide orientación para poder salvar su vida. El monje lo mira y compadeciéndose de él le dice: “Es simple, muy simple lo que tienes que hacer para poder salvar y ordenar nuevamente tu vida. Si estás de acuerdo. Pon a trabajar al genio a tu servicio y no huyas más de él, ya que cuanto más huyes, él más te persigue. Dale al genio un trabajo, mientras tú no tengas ninguna necesidad verdadera. Pídele que suba y baje del árbol mientras tú no lo necesites. Y nunca olvides esta situación”. Así fue lo que el hombre hizo. Le pidió al genio que suba y baje del árbol. De esa manera pudo liberarse y salvar su vida. Par reflexionar: el hombre es la personalidad. El genio es la mente. El árbol es la respiración. El monje es el alma. Para que tu mente no te coma y te desvié de tu verdadero propósito, dale un trabajo. Aplica tu mente a la respiración mientras no necesites de ella. Tan solo respira. Vive en el presente. La mente puede desviarnos muchas veces de nuestro camino. Una mente ordenada y al servicio de grandes valores es muy útil, por el contrario una mente al servicio de la personalidad puede desviarnos de nuestro camino. ColaboraPatricia [email protected] Facebook: Patricia Mónica Couceiro 3764 829015
Discussion about this post