Señora Directora: Fue realmente sorprendente y contrario de lo que todos nos esperábamos –y rogábamos– el desenlace del “sufrimiento” de Frida Sofía, “sepultada” bajo los escombros de una escuela derribada por el brutal terremoto que azotó México días atrás. Por largas horas en todo el mundo hubo mucha gente pendiente en el minuto a minuto y el esfuerzo puesto en su salvataje, en la imposibilidad, para peor, no era de localizar a sus padres, que se suponían murieron durante el sismo.Pero no fue así. Pese a que la noticia había sido difundida por el responsable de un organismo oficial, el supuesto aplastamiento era falso, ya que la niña solo era producto de una fantasía que puso en vilo a las redes de noticias internacionales –como los supuestos otros chicos que se hallaban cercanos a ella–, era falsa, carente de sustento. Había sido un error en la información que hasta el propio difusor oficial la tomó como verdadera, movilizó a todos, elevó miles de plegarias y oraciones, y hasta dio pábulo a múltiples versiones como el que se intentaba alcanzarle agua y otros elementos para hacer menos doloroso su padecer.Según el diario Infobae, un hecho similar ya ocurrió en los 80, cuando el trágico anterior terremoto en el mismo país. El de un tal “Monchito” que también se volatilizó para sumarse al anecdotario de los mitos y temores que surgen alrededor de estos grandes dramas reales, de sobrevivencias milagrosas, de fatalidades azarosas o, gracias a Dios, de solidaridades universales que reivindican la condición humana.Y aunque nos dé bronca o fastidien estas “verdades” mentirosas también nos enseñan de la pequeñez humana y del gran daño que pueden provocar las falsedades informativas y los rumores o mentiras que se sueltan al albur de oídos propensos a hacerlos verosímiles.
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