Un ser ideal surgía en la distancia envuelto en brillante resplandor, sobre el de las vidas humanas. Del mismo modo Yohnny pasó por años de su infancia, avanzando por las leyendas antiguas y recientes. De aquella nació un sueño que evocaba repetidamente poco antes de cada despertar y que abandonaba siempre con devoción y añoranza. El sueño, al parecer, un sueño arquetipo; tal vez por ello fuera siempre el mismo.Mientras soñaba, trataba de evocar el recuerdo de cierto lugar sagrado. No podía recordar exactamente durante qué verano estuvo en él. Debía ser muy niño, aún cuando poseyera un vigor y un deseo superior a los de la infancia, recordaba el templo de los techos circulares abierto al cielo de modo que el árbol que crecía en su interior pudiera vivir.Durante largo tiempo había poseído una rama dorada que intentó guardar como talismán, cargada de semillas y de frutos. No podía recordar el rostro de alguien a quien conoció durante aquel tranquilo estío. Era una mujer muy bella, hacia la cual experimentó sentimientos muy superiores a los de un niño. Por otra parte, la moral de la deidad resulta deliciosamente sospechosa. Había olvidado todos los nombres, tanto los del árbol como los de la diosa y el santuario; aquellos nombres singulares que debió oír repetirse una y otra vez. Había olvidado el nombre del curioso serpenteante camino que conducía hasta allá.Le había sorprendido la enorme extensión de bosque que le rodeaba; de aquella inmensa y silenciosa selva sumida en la penumbra, a través de la cual filtraban unos débiles rayos de sol, y recordaba al lejano y dulce suelo del bosque y los troncos de los árboles pertenecientes a una clase ya extinta de robles.Había caminado por el bosque y vivido bajo su sombra, descubriendo el emplazamiento de las aguas sagradas. Pero toda aquella debía constituir la evocación de algo oído narrar. ¡Si al menos pudiera regresar alguna vez y permanecer donde los rayos oblicuos del sol, resplandecientes tocaban copas de los árboles! Quizás un color dorado envolviera su cuerpo y descubriera en la penumbra a una diosa formada, cuyo cabello rubio llegara a suelo y cuyo rostro le suscitaba un recuerdo concreto.Acaso entonces lograra recordar lo que en sus sueños de palabra oída desde el principio, extasiando sus oídos con una deliciosa música; una palabra que sonaba melodiosa a través de la vegetación. Haciendo estremecer al árbol del que caía una lluvia de polen amarilla de nunca vista belleza.HaikuLa poesía se construye de infancia y de agonía.ColaboraAurora Bitó[email protected]
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