Señora Directora: Ya nadie entiende nada coherente en el caso de la desaparición de Santiago Maldonado. Las operaciones mediáticas, de un lado y otro, son tantas que es difícil separar la paja del trigo y tener una visión del hecho libre de cualquier objetividad.Como nunca está claro que, además de fuertes intereses en juego, la distorsión informativa de algunos medios y de las redes sociales que sin ninguna responsabilidad emiten supuestas realidades que después se demuestran son falsas. Es difícil saber o comprender la realidad que existe detrás del hecho y, por el contrario, resulta válida otra verdad que está más allá de lo fáctico y en la que juega nuestra simpatía hacia uno u otro emisor, y la necesidad de asirnos de lo que mejor encaja con lo que sentimos e ideamos y queremos creer.A ese “autoengaño” me parece que es lo que hoy definen como “posverdad”, una lectura que da prioridad a nuestras creencias más íntimas y, no por ello, ciertas.
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