Hola queridos amigos. La semana pasada les había comentado que el alma es perfectible y una manera de ir perfeccionándola era procurar en todo momento practicar buenas acciones ejerciendo la fuerza de voluntad para de esa forma ir mejorando los sentimientos que no están bajo el dominio de ésta. Otra manera de corregir las imperfecciones del alma es cuando ésta alcanza su estado de reposo, o sea de máxima receptividad, dado que la mente no interfiere, por lo tanto el ego está como dormido. Éste se alcanza mediante un ejercicio de silenciamiento interior o bien cuando el cerebro se encuentra pulsando por debajo de los 10 ciclos/segundos, que es el momento del despertar o antes de quedarse dormido. Una vez logrado ese estado del alma se puede conversar con la mente-corazón sin la interferencia de la personalidad adquirida en esta experiencia física, donde el ego se va entronizando. Allí entonces se podrán evaluar las imperfecciones que ésta tiene. Obsérvese que digo imperfecciones no errores porque el alma como chispa divina, como Espíritu divino que es, es perfecta. Pero en su devenir, la personalidad se ha plagado de ellas y la misión de ustedes es ir identificándolas, cosa que se logra únicamente en ese estado, ya que se las puede reconocer pacíficamente sin pelear con el ego, que si no trataría de justificarse distorsionando la verdad. Una vez reconocida se podrán evaluar las distintas situaciones para luego poder trabajarlas conscientemente, mientras que ese estado alcanzado por el alma, por sí solo irá contribuyendo desde adentro, aquietando sus reacciones e irá obteniendo una visión más absoluta, volviéndolos más comprensivos y podrán ver al otro a través de los ojos de Dios. Si no intentamos con todas nuestras fuerzas mejorar nuestra manera de pensar y sentir seguiremos como dijo el apóstol Pablo: "Sumergidos en este mundo inferior", al cual vino Jesús a mostrarnos con su accionar, con su forma de ser, cómo teníamos que hacer o cómo Ser, para subir. Él nos dejó las escaleras al cielo, pero nadie nos puede llevar, somos nosotros los que debemos desear hacerlo y subir por nuestros propios medios. Por eso aligera tu peso, deja los malos pensamientos, ennoblece tus sentimientos, aléjate del mal, porque todos éstos tiran de ti hacia el mundo inferior. Trabaja por ti día a día y sube las escaleras al cielo. No creas que al hacerlo dejas atrás a los que amas; no, por el contrario, al alivianar tu equipaje, los otros observan y aprenden. Tú al hacerlo, además de ascender tu nivel de conciencia, elevas tu vibración, elevando así la vibración de los que te rodean y unes tu vibración con la de aquellos que al igual que tú eligieron el camino del amor. Aunque no los conozcas sus energías se reconocen y se atraen entretejiendo una malla de luz, elevando así la vibración de todo el planeta, contribuyendo al plan Divino en la tierra. ColaboraGraciela del CarmenZaimakis de AbrahamEscritora
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