Desde el sector productivo manifestaron preocupación por la intensificación de las inundaciones en La Pampa, Buenos Aires y otras localidades del país.En algunas zonas del territorio bonaerense se superó en 48 horas el promedio de precipitaciones esperado para todo el mes, y ya son 8 millones las hectáreas inundadas. En La Pampa ya hay medio millón de hectáreas bajo agua. La agudización de las inclemencias climáticas en la zona rural impactan también en los centros urbanos, generando evacuaciones y caída de instalaciones eléctricas. Para la Confederación de Asociaciones Rurales, en tanto, urge frenar la pérdida de la agro-ganadería, que ya sufrió la caída de un 25% de cultivos y un 26% de ganado. Ante esta realidad, los productores reclaman con urgencia las obras hídricas de contención, un paliativo necesario. No se da en el clavo, no obstante, cuando se adjudican las inundaciones, en un contexto de alarmante deterioro climático, únicamente a la falta de infraestructuras de contención. Como lo advirtió recientemente un especialista de la estación del INTA de Marcos Juárez, lo que produce la crisis hídrica es una compleja mezcla de factores en la que el rol preponderante lo tienen el monocultivo de soja y la deforestación permanente. El cambio de uso de la tierra es, en la zona de la Pampa Húmeda, el factor distorsivo, según demostró un estudio de la citada estación experimental, al producir la elevación de las napas freáticas, que estaban a 10 o 12 metros de profundidad ahora estén a 1 metro. Con las napas a esa profundidad, la función de absorción que previó la naturaleza, y que cumplía el bosque nativo, se anula crecientemente. La pérdida de absorción remite a la “sojización” indiscriminada de la zona más rica y fértil del país, causa eficiente de una condena a futuro que se proyecta al resto de las provincias. Para llegar al predominio actual de la soja, se deforestaron 4 millones de hectáreas de bosque, se destruyeron 180 mil chacras mixtas, y se restaron 10 millones de hectáreas a la ganadería. Todo ello se pagó con pérdida de biodiversidad y deterioro del clima a largo plazo. La historia de Latinoamérica está llena de huellas de la sinrazón del monocultivo intensivo.
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