Señora Directora: Con mis respetuosos saludos por lo que alguna vez fui, un estudiante testarudo, pero querido por las maestras al ser un negro que sabia cantar con unción envidiable el Himno a Sarmiento.No en vano la Convención de Educadores lo eligió con el más justiciero homenaje como el Maestro de América a don Domingo Faustino Sarmiento y con todo mi corazón mis recuerdos son pare este gran luchador. Más en este tiempo en que la enseñanza ha tambaleado.Este prócer de la patria de gran trayectoria –amado y discutido- desde chico estudió con toda pasión, y enseñó a sus compañeros y grandes también. El saber fue su cultivo permanente. Incomodó a varios gobiernos hasta exiliarse en el país más extenso de la América del Sur. Pudo en esta nación acogedora encontrar trabajo y ayuda, donde fundó El Zonda para continuar en su batallar por la libertad.Gracias a su personalidad fue enviado a Europa como representante chileno ante varios estados. Tuvo la oportunidad de conversar de manera no tan amena con el Padre de la Patria. De nuevo en la tierra de O’Higgins, el señor Sarmiento al darse cuenta de que en su patria hubo un cambio de atmósfera, retornó a ella con su familia, ya formada, a redoblar sus luchas. En el Viejo Mundo se mareaba y se obnubilaba con los “adelantos” y “culturas”, hasta permitirse lanzar sus exabruptos contra las semillas de los verdaderos dueños de este continente, esclavizados por los países que lo hollaron con la razón de la fuerza. Al ser una persona fuera de serie y con la autoridad que tuvo, se lo comprende y tolera.La Argentina se ha cultivado con sus innumerables escritos, siendo “Facundo” el más preferido y sobre el cual él mismo decía: “Ni yo entiendo lo que escribo”.Al recordar al Paraguay, sostenía: “Es una China recóndita, encerrada entre sus propios ríos”. Y en Estados Unidos, como embajador, pierde los estribos al afirmar: “Los paraguayos no debieran reproducirse”; pero, claro, su hijo había sido herido y muerto en la batalla de Curupaytí.Tremenda fue esa noticia y, al perder ese hijo queridísimo, ya no encontrará consuelo ni sosiego. ¡Cómo olvidar a ese ángel! Cada vez al regresar a su hogar, luego de tantas discusiones en el Parlamento, Dominguito era un oasis para sus nervios atormentados.¡Qué todo sea por la Patria y muchos trabajos que hacer! El gran sanjuanino, con su corazón herido, se encuentra en Asunción bajo el reino de las estrellas, ya cerquita de su hijo y donde es atendido con mucha preferencia por sus autoridades. Pero, Sarmiento no pierde la costumbre. Colabora con los diarios locales e incomoda a un bisnieto del ex Supremo Dictador, quien lo reta a duelo, inconcebible para sus habitantes. La rápida intervención del gobierno con las disculpas al respetable anciano… ¡y aquí no ha pasado nada!En 1952, de visita por la capital guaraní, conocí la casita de Sarmiento, donde moraba con su familia. Tuve la ocasión de hallar allí a un señor de ciertos años –¡oh, feliz encuentro!–, de nombre Gerónimo Truguillo, quien amablemente me invita a una conversación al saber que soy formoseño y me da un libro de su autoría.Leo en él: “Yo que tuve la suerte cuando niño, asi como a otros tres niños, de ser sentado a caballito por el ex presidente sanjuanino a quien dedico esta semblanza de recordación”.“Gloria y honor, gloria sinpar, para el grande entre los grandes…”
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