El médico yogui nació en 1887 en el sur de la India, Sivananda manifestó desde muy joven una gran apertura mental y una fuerte inclinación por servir al prójimo que lo impulsaron a estudiar medicina. Durante el ejercicio de la profesión y luego como director de un hospital, siempre se dedicó a ayudar a los más necesitados porque consideraba que el servicio es “la expresión del amor”, hasta que empezó a sentir que debía servir y curar a un nivel más elevado que el físico.Así fue experimentando una gradual transformación, a medida que purificaba su interior volviendo su mente más introspectiva, intuyendo que la enfermedad es también un problema del alma, comprobando los beneficios de la práctica del Yoga y descubriendo la auténtica meta de su vida, porque mientras atendía enfermos aprendía con importantes maestros y comenzaba también a escribir sus numerosos libros.Su lema era: “Sirve, ama, da, purifícate, medita, realízate.”. Su consejo era: “Regula tu energía, descansa lo necesario, aprende a relajarte, retírate cuando lo necesitas, habla poco y solamente sobre puntos esenciales”. Su mensaje positivo abarcaba no sólo las palabras sino también los pensamientos -que son vibración y se expanden- y también lo gestual: “Son necesarios 40 músculos para arrugar una frente, pero sólo 15 para sonreír.” ¡Cuán necesitados estamos hoy y aquí de tan sencilla, profunda y efectiva sabiduría!Por donde iba enseñaba a la gente a mantenerse fuerte y saludable con las técnicas del Hatha Yoga, buscando que el cuerpo llegue a ser un instrumento adecuado para el funcionamiento armonioso de la mente y la elevación espiritual, convencido de que “una onza de práctica vale más que una tonelada de teoría”. Para ello propuso una secuencia de 12 posturas basada en fundamentos científicos sólidos, la Serie de Rishikesh, en la que todo el cuerpo se flexiona, estira y tonifica en un orden donde cada postura intensifica, contrapone y balancea a la anterior, comenzando con pranayamas (regulación de la respiración) y el Surya Namaskar o Saludo al Sol que prepara cuerpo, mente y espíritu para la serie, y finalizando en Shavasana o postura de relajación.Refiriéndose a los beneficios de la respiración yóguica presente en toda la secuencia, Sivananda decía que el organismo se purifica, se facilita la digestión, disminuye la grasa, se fortalece el sistema inmunitario, el rostro resplandece, los ojos brillan y un encanto particular se desprende de toda la persona. La voz se torna dulce y melodiosa, la mente se concentra mejor y la práctica constante despierta la energía espiritual latente trayendo dicha y paz.En 1963, mientras sus discípulos difundían su obra por todo el mundo, Sivananda fallecía sumido en meditación profunda. Y nosotros aquí y ahora, en la clase de Yoga, en la hora del ahora, recordamos sus últimas palabras: “La felicidad sobreviene cuando el individuo se funde con Dios.” Namasté.ColaboraAna Laborde Profesora de Yoga [email protected]. 4430623
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