Participé de un círculo de diálogo restaurativo en un colegio a raíz de algunas situaciones de agravios y burlas de un grupo de chicos hacia dos alumnos. Participaron los alumnos -agredidos, agresores y compañeros de curso- dos docentes y un preceptor.Los "malos de la película" acosaban, se burlaban, insultaban y denigraban a diario a algunos de sus compañeros, eran los fuertes, cancheros y crueles, percibidos como ganadores según los parámetros que buena parte de nuestra sociedad comparte.Con el correr del diálogo y la reflexión conjunta, los que "acosaban y humillaban", fueron manifestando que era el temor a ser ellos los "débiles", lo que los llevaba a comportarse de tal manera, querían "salvarse" de ser percibidos como tales y por lo tanto maltrataban.Entre otras cosas, los mismos chicos concluyeron que la violencia va más allá del colegio, la oficina, la fábrica, etc., replanteándose sus certezas respecto a quienes son los débiles y quienes los fuertes en estas situaciones.Más allá de la riqueza de la herramienta para abordar el conflicto en tanto proporciona la escucha auténtica de unos hacia otros, se puso en evidencia la angustia que genera en los chicos el paradigma competitivo con que nos manejamos los adultos, el cual se ve reflejado en la comunidad educativa de la que forman parte.Esta competencia en todos los ámbitos propicia el "sálvese quien pueda" que se canaliza haciendo a otros "débiles" o "distintos" lo que los "fuertes" temen sufrir.Nadie nace violento, los niños que toman este camino lo hacen porque creen que ser fuerte es maltratar. De allí la importancia de estar a su lado para guiarlos y enseñarles que hay algo mejor que eso, que los paradigmas pueden cambiarse, que existen otras posibilidades.Ante estas situaciones de acoso, ya sea escolar, laboral, etc., no alcanza con defender a los débiles debemos trabajar sobre "la idea de lo que significa ser débil o fuerte".Fuerte no es el que grita o maltrata sino el que muere de ganas de reventar al otro y se aguanta, lo procesa, y lo moldea para expresarlo de manera adecuada, porque la colaboración y la resolución pacífica de conflictos vale la pena.Las comunidades que prestigian los sistemas colaborativos, que trabajan la educación emocional y la validan, con el firme acompañamiento ordenador de los adultos, no sólo proveen un ambiente más armónico y seguro para que los niños se desarrollen, sino que proveen elementos para atemperar sus impulsos agresivos que surgen del temor a no ser aceptados, motivado por esta sociedad hiper competitiva en la que se sigue educando para el codazo, la exclusión y el éxito a cualquier precio.Es hora de despertar hacia una nueva conciencia de la cultura de la paz.ColaboraValeria [email protected] 3764-510132
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