Señora Directora: Lo bueno es bueno, aunque carezca de nombre, lo vil siempre es vil. (William .Shakespeare)Vi la película argentina “El patrón: radiografía de un crimen”, basada en hechos reales, donde se puede ver la vida de un trabajador explotado que aguantaba con las promesas de una vida mejor. Es casi una radiografía de muchas relaciones laborales en nuestro país, donde el empleado es visto sólo como un costo más y no como un eslabón de los beneficios empresarios. El prójimo, como lo veía Freud, puede ser un motivo de tentación para satisfacer en él la agresividad, para explotar su capacidad de trabajo sin retribuirla. Cuántas veces se da esta situación de trabajadores que soportan malos tratos esperando que algún día la cosa cambie o mejore, pero nunca llega. Un grupo de cumbia canta: “Amar es algo hermoso, solo es cuestión de un verso”. Quizá, la conquista se logre con un verso, pero no es suficiente para mantenerlo; el amor se termina templando con los hechos. Lo mismo en la política, a no ser que se quiera vivir una situación embarazosa. Hay cosas que deberían ser más coherentes para que la cuestión política cambie. Los diputados y senadores deberían tener el mismo sueldo que los docentes; las promesas de campaña deberían ser objetivos a cumplir que sirvan para evaluar y juzgar el desempeño del gobierno; los funcionarios no deberían tener cuentas en paraísos fiscales para evadir impuestos; no se debería tomar deuda con intereses usureros, etc. La gente vive de utopías; cree en las promesas, esperando en el futuro resignan su presente. La vida es eso que se nos pasa mientras hacemos planes. Las utopías son como las estrellas, quizá nunca lleguemos a ellas, pero sin embargo nos guían. Solo que cuando se promete una utopía como la pobreza 0, que luego no se puede alcanzar especialmente con medidas liberales, se vive mirando al cielo y podemos caer en un pozo como le pasó a Tales de Mileto, se está demostrando el fraude de la promesa. Cuando a base de promesas los candidatos se creen con un halo angelical y denostan a los otros poniéndolos en el mal, es solo otro recurso marketinero. Hechos son amores, que la gente debe saber distinguir, lo bueno de lo malo. El que señala con el dedo se olvida que hay tres dedos que lo señalan a él. Cuando se critica una gestión desde una utopía, se la hace a base de una fantasía, una verdad sostenida en el aire. Evaluar una gestión del 1 al 10, pensando que debería ser de 10, es no entender la contraposición de intereses que hay en la política. Hay que conformarse con el 6 no por mediocridad, sino por realismo, pues la buena política siempre es el equilibrio de intereses, y nunca puede ser de 10, pues esto significa un 1 para el extremo. Cuando se compara a nuestro país con Suecia o Alemania, no se tiene en cuenta muchas variables financieras, históricas, culturales, etc. Compararnos con ellos solo justifica una falta de autoestima que sirve para vivir arrodillados. Lo mismo cuando se espera que una gestión sea a nivel utopía se pierde noción de la realidad. Son los índices de pobreza, de desnutrición infantil, de igualdad, de educación, de ocupación, de industrialización, de endeudamiento, de cuanto dinero sale y cuanto dinero entra, lo que determina la capacidad de una gestión gubernamental. Porque los pingos se ven en la cancha como decía Fierro, a no ser que se quiera vivir en la caverna de Platón entretenido con las sombras.
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