El “bananazo” fue un nuevo llamado de atención sobre una crisis que se extiende, con distintos nombres, a lo largo de todo el país. Los productores que protestaron ayer, y regalaron unos 30 mil kilos de la fruta; simbolizando así la falta de rentabilidad, pidieron que se fije un mayor precio por la venta del producto y que se le ponga un freno a las importaciones. La pretensión, detrás de estos requerimientos, es moderar los efectos de otro factor común en la ascendente crisis de las economías regionales, los precios irrisorios que recibe el productor primario en comparación al valor en góndola. En declaraciones a una radio porteña, un productor explicó que por cada kilo de fruta reciben “entre 1 y 1,5 pesos, cuando el precio a los consumidores oscila entre los 15 y los 25 pesos”. “Los productores no somos formadores (de precios). En esta cadena, el consumidor y los productores primarios son los que más perdemos”. La definición retrata la disyuntiva en que se encuentra un interminable abanico de producciones, incluyendo la yerbatera. Pese a ello, las protestas reiteradas frente a la Casa Rosada, a lo sumo, actúan como síntomas, señalan la enfermedad, pero no obtienen ningún remedio. Es que, como lo demostró el funcionario nacional que les dijo a los productores de manzanas de Río Negro, que su problema es que “se empeñan en producir lo que no pide el mercado”. Por esa razón, precisamente, cuando se reglamentó la Ley Pyme, se dejó sin efecto el artículo 10 que contemplaba la posibilidad de que el Ejecutivo pueda aplicar medidas excepcionales y específicas para resolver los efectos negativos de las asimetrías en zonas de frontera. Tanto la crisis que se incuba en la provincia por obra de las asimetrías con terceros países, como la agonía de las economías regionales necesitan de un Estado que actúe con eficiencia y rapidez.
Discussion about this post