En mayo de 1822, San Martín puso en marcha el último plan de batalla: desde el puerto de El Callao, en Perú, donde ejercía como Protector, envió un emisario a Santiago de Chile y a Buenos Aires. Necesitaba 1.500 hombres más, bien armados y dispuestos, para terminar definitivamente la guerra contra el imperio español. Pero Buenos Aires, dominada por Martín Rodríguez y Rivadavia, despreocupada por la suerte del resto del continente americano, no estaba dispuesta a colaborar con el general, al que creía un enemigo político.En Perú, el panorama era más confuso que alentador y las fuerzas realistas se reagrupaban, alentando las desconfianzas y quejas contra San Martín. Sólo quedaba entonces una solución: acudir a la ayuda de los ejércitos bolivarianos, que luchaban en el norte del subcontinente.El encuentro con Simón Bolívar tuvo lugar en Guayaquil, actual Ecuador, el 26 y 27 de julio. Entre ambos días, los generales mantuvieron una charla de casi seis horas, solos y en total secreto. Es así que ha pasado a la historia más por su misterio y las intrigas posteriores que por lo que verdaderamente aconteció. Allí se pusieron en juego importantes diferencias, pero también grandes coincidencias.Entre otros temas y más allá de los acuerdos generales, se debía decidir quién comandaría los ejércitos unificados. San Martín propuso a Bolívar hacerlo, pero éste no creyó poder hacerlo subordinando a su colega, de ahí que San Martín regresó a Lima y luego se embarcó hacia Cuyo, confesando más tarde a Bernardo O’Higgins que ya estaba cansado y viejo para continuar aquella lucha.En un nuevo aniversario del famoso encuentro, recordamos las palabras de San Martín, antes de emprender viaje hacia la entrevista: “Voy a encontrar en Guayaquil al libertador de Colombia; los intereses generales de ambos estados, la enérgica terminación de la guerra que sostenemos y la estabilidad del destino a que con rapidez se acerca la América, hacen de nuestra entrevista necesaria. El orden de los acontecimientos nos ha constituido en alto grado responsables del éxito de esta sublime empresa”.Fuente: El Historiador (basado en "El pensamiento vivo de San Martín", de Arturo Capdevila)
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