El traqueteo de la máquina de composturas de calzados es constante. El zumbido hipnotiza a los pocos minutos de estar expuesto a él. Casi tanto como los componentes químicos de la pintura y el pegamento que impregnan el pequeño taller.El trajín de la mañana tiene a pleno a tres de los operarios de Marina, uno de los más tradicionales y antiguos talleres de composturas de calzados de Posadas. Don Héctor Matías Alfonso, el propietario del saloncito por calle Rivadavia casi Sarmiento, deja un momento aguja e hilo para atender a PRIMERA EDICIÓN mientras cuenta que la llegada de la ola de frío, que se estacionó estos días en Misiones, generó mucha más actividad que la habitual. “Con la llegada del frío, el oficio del zapatero siempre tiene un repunte importante, pero en verdad la crisis es lo que realmente está generando la incesante demanda”, explicó el hombre varias décadas encima entre zapatos, zapatillas y botas.Como bromeando asegura que más cerca del fin de semana, van a percibir una nueva oleada de clientes con los zapatos escolares que sus chicos van a necesitar la semana entrante cuando arranquen las clases.“Ustedes ya ven como viene la mano”, comenta el experimentado zapatero mientras toma trabajos de una apresurada clienta. El hombre cuenta que por los costos de los zapatos de cuero y de buena calidad, los talleres de compostura no dan abasto, especialmente la demanda se centra en la reparación de botas y zapatos cerrados. Sin embargo, aunque arreglar es la actividad principal, en esta temporada también suele ser alta la cantidad de pedidos para la compostura de camperas de cuero, carteras, mochilas, valijas y bolsos de viajes, cintos y hasta pelotas de cuero.“Campera y botas de damas están por encima de todo el trabajo que solemos tener. Así como en verano empiezan a requerir la reparación de sus sandalias”, describió Don Héctor para quien “en las crisis, tal como la que estamos viviendo, siempre hay mucha actividad para el que tiene algún tipo de oficio: sastres, carpinterías, zapaterías y demás porque la gente piensa dos veces antes de comprar un zapato bueno porque está demasiado caro”, sintetizó. “Hace algunos años me quise dedicar a la fabricación de zapatos, pero al fin y al cabo volví a mi actividad central que es la compostura porque era con lo que realmente me proveía de ingresos. Al fabricar calzados tenés que manejarte con pedidos para ver si se pueden solventar los gastos y el margen de ganancia, pero para arreglos de todo tipo hay demanda todo el día: un remiendo, un taco, una zuela…”, relató.Postales de la crisisNo obstante, más allá de la fuerte actividad que pueda haber de la mano de la crisis, los zapateros también reciben el coletazo de las asimetrías. Ramón Nuñez, cuyo taller está en San Lorenzo casi Belgrano, explicó que hay una constante entre las familias muy pobres, las cuales según él, antes de mandar a arreglar un zapato estropeado, estas personas prefieren comprar nuevos más económicos, aunque?“descartables”. “Los zapatos baratos duran poco y tienen que volver a comprar otro. Mandar a arreglar a veces puede ser mucho mejor que comprarse uno nuevo por la durabilidad y porque quizá el material y la confección original son mucho mejores”, opinó.Mujeres, principales clientas“El arreglo de botas y zapatos que nos traen las mujeres es cosa de siempre. Quizá los hombres hacen un arreglo y listo les dura bastante”, describió Diego Nuñez, otro zapatero de la ciudad al frente de un pequeño tallercito sobre avenida Corrientes casi Catamarca.Para el zapatero artesanal , el movimiento es similar en todas las zapaterías: “Las mujeres casi nunca vienen con un solo par de calzados sino que traen entre tres a cinco pares promedio; apenas tienen un problema con el taco o la pintura ya están aquí”, también presuroso de volver a las labores para contener la lluvia de clientes. Fotos: J.C. Marchak
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