Como ocurre en otras unidades penales del país, en la cárcel de Loreto lleva conformada desde hace casi dos años una unidad terapéutica para ayudar a los internos que llegaron a ese lugar con problemas de adicciones. Carlos Portugal es parte del equipo y desempeña su labor como operador socioterapeuta en la Unidad Penal I. En una entrevista con PRIMERA EDICIÓN, brindó detalles sobre el trabajo de la comunidad terapéutica en esa institución.“Fue idea de la fiscal Liliana Picazo, quien reunió un grupo de profesionales y los llevó a La Plata, donde ya existía un centro de tratamiento para detenidos, que era donde yo estaba trabajando (Unidad XVII de Gorina). Luego invitó a un equipo de allá para que viniera a hacer una capacitación y ahí se consolidó la idea de crear una comunidad terapéutica en una cárcel de Misiones”. Sobre el alcance que tiene la iniciativa, comentó que actualmente son diez los internos que se encuentran en el proceso de trabajo terapéutico, de los cuales las adicciones por las que se tratan son la “cocaína, marihuana, psicofármacos y alcohol”. “Actualmente la comunidad es chica, debido a que las condiciones de seguridad en el sector en el que trabajamos no son las ideales como para sumar más gente al tratamiento. Pero existe un proyecto para acondicionar el lugar y agrandarlo para poder recibir más internos”, comentó. “En el penal hay aproximadamente 317 internos de los cuales la tasa de adicciones con la que ingresan es alta”. Sobre las terapias que aplican comentó que existe un equipo multidisciplinario que consta de psicólogos y psicopedagogos. “Hay más profesionales pero no están todo el día con nosotros, como ser médicos y psiquiatras. La modalidad diaria es que los presos traten de cumplir a rajatabla el plan de trabajo que se les pide”. Momento crítico del adictoUno de los momentos más difíciles para los que son adictos comienza cuando ingresan al penal. “Cuando los detenidos llegan empiezan a sufrir el síndrome de abstinencia. A través de diferentes técnicas nosotros trabajamos para que atraviesen esos momentos con actividades físicas, laborales, algo que los mantenga ocupados y como una última opción llegar a la medicación para que atraviesen el estado de crisis”. Sobre el tiempo para poder recuperar a un paciente de la adicción de las drogas, señaló que puede demorar de dos a tres años. Los internos que entraron al programa terapéutico, pasaron con éxito el proceso y cumplida la condena terminaron liberados, no quedan exentos de caer nuevamente en las drogas. En virtud de ello, Portugal subrayó que “se ha creado una mesa de trabajo, en la cual está la directora general, Nilda Correa, y hay distintos organismos con los cuales buscamos que el patronato de liberados se ocupe de la persona que está saliendo y que a nosotros nos consta que hizo mérito para dejar las drogas y tener una oportunidad afuera”. Indicó que “de todos los detenidos que entran al programa no se puede afirmar que en un 100% todos lo aprueban, no es una cuestión matemática. En nuestro tratamiento son cuatro etapas. El primero es la preadmisión y la segunda es la de admisión. El segundo paso, cuando ya están dentro del módulo terapéutico, es la etapa más difícil. Ese es ’el filtro’ para los que realmente tienen la voluntad para dejar las drogas. Una vez que pasan esa segunda etapa nosotros consideramos que a pesar de que van a seguir teniendo dificultades, tienen la fuerza para seguir con el proceso”. Ingreso y condiciones Acerca de cómo entran al programa dijo que “los aspirantes a esta comunidad terapéutica nos llegan por medio de aviso de los superiores, de los enfermeros, o del juzgado que nos manda un oficio proponiendo el ingreso de un interno”. “Realizamos la entrevista previa para detectar la aptitud y la voluntad real del adicto para recuperarse. Una vez adentro deben seguir lineamientos. Firman un contrato en el que aceptan las condiciones. Si las cumplen la siguen o sino deben retirarse. No peleas, no sexo, no silenciamiento, no drogas. Esas son las normas cardinales. Después está el cumplimiento de la disciplina de levantarse temprano, respetar los grupos, los espacios, a los compañeros, a los profesionales, cumplir los horarios de deportes, de teléfonos, de siesta, de duchas para que aprendan a convivir con los límites y acatarlos”, remarcó el especialista. “No todos los que pasan la etapa de admisión siguen en el programa y eso se debe a que abandonan el tratamiento porque les flaquea la voluntad. Todos pueden llegar a equivocarse, pero lo importante es que demuestren las ganas de querer dejar las drogas. Si vemos que se equivocan, ya sea con una recaída, con peleas o con el no cumplimiento de las pautas de disciplina, pero vemos que tienen ganas de modificar esas conductas, nosotros les damos posibilidades de seguir. Les brindamos herramientas educativas para que reflexionen sobre la situación, tienen oportunidades como paso previo a una expulsión del proceso”. De los diez internos que están en el programa, Portugal afirmó que si llegan al final del tratamiento salen “recuperados”, pero no se puede afirmar que “si entran diez, los diez lo aprueban”.“Les damos las máximas herramientas posibles para que una vez que cumplen la condena, si se le cierran puertas o se ven en dificultades esa no sea la excusa para volver a consumir drogas. Además se le enseñan oficios para que aprendan ‘a pelearla’ afuera por la vía legal”. Sobre el resto de la población carcelaria que tiene problemas de adicciones comentó que existe una lista de espera y a medida que se van haciendo lugares se van incorporando. Para poder aumentar el número de internos en el programa, Portugal reiteró que faltaría acondicionamientos de seguridad. “Se está hablando de eso y hay proyectos que están encaminados para poder ampliar el cupo”. De Misiones y otras cárcelesAcerca de su experiencia en este tiempo en el Penal de Loreto, el profesional indicó que en contraste con su trabajo previo en Gorina, se encontró con “la grata sorpresa que aquí en Misiones no es frecuente que haya adictos al paco, adicción que es mucho más complicada para recuperar”. “Me encontré con una cárcel más chica, con un menor número de internos así el trabajo es mucho más fácil. Los problemas de los adictos son iguales en todos lados, pero lo que cambia es el comportamiento cuando varía el número. En otras cárceles del país, donde hay mayor población, cambia todo, porque dentro de los penales hay muchos códigos. Cuanto menos son, es más fácil el trabajo y uno de los primeros objetivos que planteamos apenas ingresan a la comunidad es romper con esos códigos para que puedan llevar bien el proceso”. Sobre los objetivos que se plantean los profesionales mencionó que han contado con la ayuda de los directivos del penal y de la Dirección
General del Servicio Penitenciario, la subsecretaría de Derechos Humanos y “la misma exfiscal Picazo que desde un primer momento hasta hoy nos da una mano. En ese contexto nuestro objetivo es primero agrandar el área, que más internos tengan la posibilidad de recuperarse de su adicción. La traba ‘natural’ que tenemos es la distancia que hay por ejemplo entre Posadas y Loreto (referido al traslado de los familiares), porque dentro de un tratamiento es muy importante mantener esos lazos”. Mencionó que en otras unidades penales de la provincia están comenzando con este tipo de iniciativas. Por ejemplo el que se inició en la Unidad IV de menores y la Unidad V, Correccional de Mujeres. “La idea es continuar impulsando el proyecto en las otras dependencias”. “A lo largo de este tiempo recibimos visitas de personalidades importantes y ha gustado el trabajo. Se vio que al insertarlos en el programa, logramos que algunos de los detenidos con adicciones, conocidos por su mal comportamiento, tuvieran un cambio actitudinal muy significativo”, destacó.
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