Señora Directora: Sorprendida y dolida por el accidente que ocurrió a una familia misionera en el suroeste de la provincia de Corrientes, cuando se precipitaron al arroyo Guazú al no estar advertidos de que el puente del lugar había colapsado días antes. Aun pese a la cerrada neblina que cubría el lugar –aegún las informaciones periodísticas– resulta increíble la aparente inexistencia de controles e indicadores que alertaran sobre el peligro.Peor aun, en el lugar había gendarmes, policías y personal municipal quienes, a la postre, fueron los que prestaron los primeros auxilios para rescatar a una de esas víctimas. Quizás, por el frío y la bajísima visibilidad, protegidos en sus carpas y vehículos, pensaron que nadie se animaría a transitar con ese clima y se descuidaron. Además –según leí– también había un servicio de lanchas para cruzar a la orilla opuesta a quien lo necesitase.La solidaridad y la reacción posterior fue la de esperar –incluso algunos que ante la televisión buscaron sus segundos de fama–, pero la pérdida de una vida humana por este tipo de negligencias es inaceptable. Las disculpas y explicaciones posteriores de nada sirven porque el hecho, hecho está.¡Y?ojo! En Misiones hubo también derrumbe de puentes no hace mucho tiempo. Abramos los ojos para evitar que aquí puedan repetirse “accidentes” similares y no tener que llorar desgracias personales por esos descuidos y negligencia de quienes son responsables deben mantener las rutas circulables y, cuando ocurren derrumbe como éste o hay tramos inundadas, desviar el tránsito hacia otros pasos alternativos, clausurando y señalizando claramente la zona de peligro resultante.Suelo ver, por ejemplo, la advertencia sobre la restricción de circulación a los vehículos de carga en determinadas fechas (en estos días está la peregrinación a Itatí, por ejemplo) y a veces cuando hay limitación en el tránsito de sectores de rutas (hace poco, la ruta 14 pasando Alvear por las inundaciones). ¿Qué pasó esta vez?
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