En el centro de la liturgia de hoy nos encontramos con este trozo del Evangelio de San Mateo (11.25-30), nos hace descubrir a Jesús y su Misterio, a sus relaciones con el Padre, en definitiva a su Misterio Personal. Quien es Él y sus relaciones personales con el Padre. Y todo esto revelado a las gentes “sencillas”, es decir a los más pequeños y humildes, despreciados por los más grandes de esta tierra y los más sabios; “Te doy gracias Señor y Padre del Cielo y de la Tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla (Ib.25).Dios se revela a los sencillos de corazón, que como niños, se abren a Él con frescura de corazón, y se niega a los soberbios, que satisfechos de su sabiduría humana se niegan a recurrir a Él. Los pequeños son los que sienten necesidad de Dios, porque saben que solos no pueden nada, y que lo necesitan, como un hijo niño necesita de su padre.-Estos son los pequeños del evangelio que abren su corazón a Dios conscientes de su ignorancia. Son los que no ponen su corazón en la sabiduría del mundo y en las cosas de la tierra la respuesta a todas las necesidades de su vida.A estos Jesús les da parte en el conocimiento del misterio de la relación entre Dios Padre y Jesús, y que el hombre no puede conocer si Dios no se lo hace saber a través del Hijo y a quien el Hijo se lo quiera revelar. “Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Ib 27). Este conocimiento, revela, que Jesús el Hijo hecho Carne, es igual al Padre, y aquí nos está revelando su naturaleza divina, afirmada con toda claridad. Es la revelación del Conocimiento Amor , de lo que nos está hablando Jesucristo. Es esa intimidad de amor entre el Padre y el Hijo.Así como los sabios de este mundo no conocen a Dios ni quieren conocerlo, los sencillos de corazón reciben de parte de Jesucristo esta revelación y manifestación de amor y conocimiento mutuo en la naturaleza divina.Miren la respuesta y afirmación de Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” (Mt.16,16); y es a ellos a los que como Pedro, son sencillos de corazón, a quienes se manifiesta el Señor y no solo por sus palabras sino también por la luz de su Espíritu. Jesús no solamente les revela este misterio íntimo a los pobres y sencillos sino que conocedor de todo el sufrimiento de estos en la tierra los invita a ira a él “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados porque yo los aliviaré” (Mt.11,28). Él les da su corazón para que descansen y les regala el corazón del Padre, y toda la inmensidad de su amor de Dios. Y este y solo este será su mandato “amaos los unos a los otros” así como Él los ama. Y al final de sus vidas no les preguntará sino por el “amor”. La inmensidad del amor del Padre y todo su cuidado por los más débiles y sufrientes se hacen presente una y otra vez en este pasaje del evangelio…”Yo soy manso y humilde de corazón (venid a mí) y hallaréis descanso para vuestras almas”. Jesús quiere llevar a todos a conocer el amor del Padre, su Misericordia, y la paz que irradia el corazón de quien está unido a él y en él al Padre de los Cielos.Zacarías en la primera lectura (9,9-10) nos presenta la figura del Mesías, rey manso y humilde que no se impone con el poderío de los grandes de la tierra, que no hace justicia con la espada, sino que llevará a todas partes la paz. Enseñando a los hombres a comportarse con dulzura y humildad; y según el Apóstol viviendo según el Espíritu y no la carne que nos revela todo lo contrario. (Rom. 8.9. 11-13) Este es el espíritu de Cristo, que invocándolo nos ayuda a superar los impulsos naturales que nos alejan de esa realidad de dulzura y amor de Dios.No hemos de construir la paz y el amor en este mundo, con el corazón alejado de Dios, ese corazón está impulsado por la “soberbia” que nos conduce al sufrimiento del corazón, a la separación entre hermanos, a la discordia, y a la incapacidad de superar los verdaderos dolores del mundo, siendo incapaces de perdonar.
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