Este 2017 es un año que, sin dudas, quedará marcado en la historia de la Escuela 486 de Colonia Línea Paraná, de Puerto Rico. La llegada de 19 chicos de la comunidad Yvyrá Poty es la razón de ello: la 486 es ahora una escuela intercultural bilingüe.Sucedió debido al traslado de la comunidad mbya Yvyrá Poty desde Colonia San Alberto a Colonia Línea Paraná. Los niños de la comunidad también se tuvieron que cambiar de escuela para llegar a la 486, conocida como “la escuelita de Kipp”, por encontrarse en inmediaciones de un campo que lleva ese nombre. “En diciembre del año pasado el señor Luis Bogado de la Municipalidad de Puerto Rico se acercó para avisarme que estaban trasladando a la comunidad a esta zona y que posiblemente los niños iban a venir a la escuela este año”, contó la directora de la institución, Rosana Franco, en diálogo con PRIMERA EDICIÓN. Ese aviso del municipio fue el único aviso oficial que recibieron al respecto. “Llegó marzo y los chicos no venían, así que me comuniqué con la directora de la escuela anterior a la que asistían y con ella fuimos a la comunidad a hablar con el cacique, a presentarnos y a invitarlos a que vengan a la escuela. Desde ese momento empezaron a asistir”, contó. Entonces, la escuelita pasó a tener una matrícula de 59 alumnos, de los cuales 19 son de la comunidad mbya, el resto en su mayoría son del popular barrio Fátima y algunos pocos de la zona de la colonia. Los grados funcionan en la modalidad de plurigrados: primero y segundo por un lado, tercero y quinto en otro, cuarto, sexto y séptimo por otro lado. Además, en el establecimiento también funciona el Neni 2075, con 11 alumnos de 3, 4 y 5 años, de los cuales 6 son mbya. Con esta realidad, este año toda la comunidad educativa tuvo que encarar grandes cambios a fin de sobrellevar los desafíos de la integración con poco acompañamiento de instituciones del Estado. Nuevas experienciasCon la llegada de los chicos mbya, las maestras debieron empezar a pensar y a planificar sus clases para dos culturas diferentes. “Para nosotros es todo un desafío, un aprendizaje. Aprender el idioma y la cultura. Desde un primer momento cuando nos contaron de la posibilidad ya nos planteamos la incertidumbre de cómo trabajar, sabiendo que los niños que tenemos ya tienen muchos conflictos, con grandes problemas de conducta y aprendizaje, por lo que no sabíamos cómo iba a resultar”, explicó la directora.Sin embargo, para sorpresa de todos, ocurrió algo inesperado. “Con toda la expectativa que teníamos de cómo se iban a fusionar los chicos, lo que ocurrió fue que los niños mbya se sumaron a los grupos con su forma de ser tan pacífica, tan tranquilos, que en lugar de que la situación se complejice más, lo que ocurrió fue todo lo contrario, pues hasta los niños que tenían más problemas de conducta ahora están más tranquilos y los grados trabajan mucho mejor. Tenemos que ir a un ritmo más lento con el aprendizaje, pero en el proceso estamos aprendiendo otras cosas”, explicó Franco. Los docentes de los grados con niños más pequeños son los que tienen mayor dificultad porque los mbya no manejan el castellano. En el caso de primer y segundo grado, la maestra Patricia Guastavino encaró el desafío generando un grado bilingüe, es decir, que todas las tareas y las enseñanzas se dan en los dos idiomas. “No es fácil porque los más chiquitos no hablan el castellano, así que tuve que ponerme a aprender el guaraní para poder enseñarles, entonces les puedo dar contenidos en una forma en que ellos entiendan. Pero la intención es que aprendan el castellano y, a la vez, a los otros niños que no son mbya, les exijo que aprendan el guaraní porque también les va a servir para la vida”, explicó la maestra a este Diario.Por su parte, la maestra de nivel inicial Mariela Richter, explicó los desafíos de tener de pronto la mayoría de sus alumnos de la comunidad mbya, porque “de mis once alumnitos, seis son aborígenes y son muy chiquitos. Sin ayuda es muy difícil poder llegar a ellos porque no sé cómo comunicarme. Yo intento que se dé una integración pero los niños no se juntan, están siempre armando grupitos por separado y no juegan juntos, no lo estoy pudiendo lograr. Ahora estoy buscando ayuda de algunas personas para poder enseñarles algo en su idioma, como las partes del cuerpo que estamos viendo y lo hacemos en los dos idiomas. Voy a ir viendo cómo evoluciona el aprendizaje, pero me siento muy sola en esto”, contó.La ayuda que faltaCuando PRIMERA EDICIÓN llegó a la escuelita encontró a la maestra de nivel inicial limpiando el piso del pasillo de la escuela. Ya había limpiado el grado. Pasa que esta escuela tampoco tiene portero, por lo que los docentes deben limpiar el aula luego de cada jornada.La 486 sigue funcionando como una escuela común, con clases a la mañana y el desayuno. La directora contó que la partida para el desayuno no les alcanza. “Nosotros no tenemos la experiencia de las escuelas interculturales bilingües, que son de jornada completa, pero estamos en esta situación y no es fácil porque los chicos vienen y a veces con su familia, con sus mamás y hermanitos y el desayuno no nos alcanza porque queremos compartir con ellos. Hemos hecho el pedido, esperamos que nos puedan dar un refuerzo porque es muy importante que los chicos desayunen. De hecho nuestros alumnos son muy humildes por eso pedimos que nos den un poco más para que nos alcance para todos”, contó.Según Franco, hasta el momento la escuela no recibió ninguna ayuda ni acompañamiento por parte del Consejo General de Educación o de Asuntos Guaraníes de la provincia. Son las maestras quienes se las arreglan para poder llevar adelante este gran desafío. Lo hacen de la mejor manera. “Nosotros tratamos de enseñarles, pero ellos también nos enseñan a valorar las cosas sencillas, a tomarnos el tiempo para disfrutar de todo. Ellos abrazan, dan cariño, son todos una ternura, así que todos estamos aprendiendo”, finalizó.
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