Una y otra vez tropezamos con la misma piedra, volvemos a cometer errores similares, nos cruzamos con personas que nos proponen relaciones que repetimos sin pensar…Y una y otra vez culpamos a nuestra mala suerte de lo que nos sucede. Pero ¿Qué es lo que no podemos ver? ¿Qué nos aleja de los resultados que decimos querer alcanzar?Y entonces nos preguntamos: “¿Por qué a mí?”, y la víctima que vive en nosotros mira alrededor y contesta culpando a personas, circunstancia, acontecimientos. Pero qué pasaría si la pregunta fuera ¿Para qué hago lo que hago? Porque detrás de cada conducta humana hay un beneficio secundario. El compromiso de lo que quiero sostener más allá de lo que digo se expresa a través de mis acciones. Allí donde acciono está mi compromiso, en las situaciones que elijo está incluida la repetición de mis paradigmas y de mis lealtades.¿Qué precios estoy dispuesto a seguir pagando para sostenerlos? Mientras no los haga conscientes, seguramente estaré a la deriva, disociado de mis resultados, esperando que la suerte cambie o que la oportunidad se presente, pero siempre serán los mismos ojos los que observen y por tanto similares acciones y personas serán las que reaparezcan.Solo cuando sea capaz de preguntarme ¿Para qué hago lo que hago?, sostengo las emociones que sostengo y pongo los pies en el mismo camino, algo distinto podrá gestarse. Claro que al principio mi zona de confort me recordará insistentemente que lo más seguro es repetir lo conocido. Pero si le doy una oportunidad a la incertidumbre de no saber cómo son las cosas, si desafío mis certezas y pierdo el miedo a cambiar de rumbo, si me permito abrir las puertas de lo desconocido, seguramente aquéllo que estaba oculto aparecerá como una posibilidad. ColaboraMaría Rita NahúmMaster [email protected] 154644187
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