El titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, afirmó que la entidad continuará con su política de tipo de cambio flotante y, al mismo tiempo, sostendrá las metas de inflación pautadas para los próximos meses en cumplimiento del objetivo de bajar la inflación que se impuso la entidad, y que define, por acción y omisión, los límites y posibilidades de la errática política económica del Gobierno de Cambiemos. Ante empresarios, intentó dar tranquilidad a sus oyentes al señalar que buscará garantizar una tasa de interés real positiva, capaz de apuntalar una baja gradual de la tendencia inflacionaria. El funcionario precisó que espera que la tasa de inflación “se ubique por debajo del 25% en mayo y se reduzca a valores en el orden de 21-22% para julio, alcanzando así los números de inflación más bajos desde 2009”. El autoelogio, no alcanza para ocultar que los guarismos citados se encuentran muy por encima de las metas iniciales, de 17 o 18% de inflación anual, que el mismo Central fijó originalmente, y que el Gobierno reivindicó contra viento y marea en el inicio de las discusiones paritarias, pretendiendo ajustar los aumentos de salarios a esta meta ficticia. Fuera de este “ajuste” de proyecciones, obligado por la realidad, son muchas las voces que advierten hoy que la tasa de interés alta y las metas inflacionarias no ayudan al crecimiento de la economía prometido, pero son funcionales a un formidable proceso de endeudamiento basado en la atracción de capitales especulativos. Sin negar la necesidad de bajar la tendencia inflacionaria, hay un evidente desajuste entre las medidas del BCRA y del Ministerio de Hacienda, entre otras incongruencias de la política de Cambiemos, que no auguran nada bueno para el futuro. El mismo Sturzenegger admitió que el modelo económico actual no funciona con el actual –alto- nivel de gasto público. Si bien dijo que el BCRA “no está para licuar salarios”, la frase es poco creíble. La virtual caída del Fondo Sojero por la convicción de los grandes exportadores de que el plan actual desemboca en una suba del dólar pos octubre, es una señal. Nada positiva para los asalariados, ni para el futuro del país, por cierto.
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