A veces hay situaciones que ocurren en la realidad que pueden ser comprendidas de muchas maneras, respuestas que pueden surgir desde lo analítico, filosófico o poético. Es así que uno siempre buscará la manera más práctica y sencilla de explicar, que se encuentre más cerca de su conocimiento o experiencia. Fue así que entre mis pensamientos surgió la existencia de una ciudad similar a cualquier otra, pero con la particularidad de que allí, todos sus habitantes usaban máscaras.Estas personas las ponían en su mesa de luz antes de dormir y se las volvían colocar antes de salir a realizar sus labores diarias. Nunca mostraban sus verdaderos rostros, siempre aparentaban la figura que llevaban puestas. Nadie sabía a ciencia cierta cuál era el motivo de no mostrarse tal cual eran. Quizás porque tenían miedo a ser rechazadas o era más bien una tendencia impuesta por ellas mismas y que las hacía más fácil convivir.Es más, en raras ocasiones algunos de estos individuos, por alguna conducta rebelde o mero olvido salían sin sus disfraces y eran objeto de admiración, burlas o enojos por parte de quienes ocultaban su verdadera apariencia. Estas personas despertaban diversas emociones a su alrededor y aunque nunca pasaban desapercibidas, su presencia era extraña, solitaria y escurridiza. Mientras las enmascaradas se reunían en grandes grupos, unificaban criterios e implementaban reglas donde fabricaban y convivían en su propia realidad.La diferencia entre ambas eran los personajes que estaban con el rostro descubierto, eran más libres y se daban cuenta de lo que pasaba a su alrededor y eso los llenaba de una cierta frustración.Sin embargo, los que portaban las máscaras eran más felices y socializaban con más facilidad que las otras, simplemente bastaba buscar otra máscara que combine con las demás.Algunos rostros cubiertos tenían una amplia sonrisa que inquietaba, y eso contagiaba a su espíritu y siempre se mostraban alegres, divertidos y con muchas personas alrededor. Generalmente eran el alma de las fiestas y animaban cualquier reunión. Estos, eran los más buscados a la hora de levantar el ánimo a otras personas y su presencia siempre era bien apreciada. Sin embargo, cuando llegaban a sus casas iban al baño y se miraban al espejo que reflejaba un rostro con un profunda tristeza, la escena era tan deprimente que aquella figura se largaba a llorar desconsoladamente.Otras sin embargo tenían un rostro que reflejaba una actitud segura y desafiante, donde tenían todas las respuestas de cómo afrontar la vida, una persona a la que era difícil encontrar algún error. Ellos eran los líderes, a los cuales todos recurrían para pedirles consejos porque estos tenían todas las respuestas y enseñaban cómo debían afrontar las distintas situaciones.Estos caudillos iban en auxilio de aquellas personas que no encontraban respuesta alguna a su angustia, pero nada era gratis en ese mundo, estos patriarcas pedían a cambio pleitesía y total sumisión, de lo contrario, los afligidos tendrían que arreglárselas solos.Los hombres caminaban erguidos y sus imponentes máscaras reflejaban convicción y seguridad, todos se abrían paso y bajaban la mirada para no contradecirlos.Pero lo que todo el mundo ignoraba es que estas figuras tenían pies de barro, al cerrar las puertas de sus moradas, estos sacaban sus máscaras y las apretaban sobre sus pechos y comenzaban a llorar desconsoladamente. Tal vez porque al ser tan inalcanzables se sentían solos en la cúspide de sus vidas o quizás pensaban que las otras personas se acercaban a ellos por conveniencia y no por un sentimiento sincero. Sin embargo, había otras que cubrían sus rostros con imágenes tristes, que se ganaban la caridad y la indulgencia de muchos: estos reflejaban la derrota y el pesimismo. Pero cuando nadie los veía se sacaban sus disfraces y dejaban ver una personalidad manipuladora y egoísta, ta vez no lo hacían adrede y simplemente estaba en su naturaleza. Fue así que me desperté y salí a caminar, mientras recorría la costanera observaba a las personas y me puse a imaginar cómo serían sus vidas: si llevaban máscaras para ser aceptadas o si eran solitarias. Tal vez lo anterior fue solo un sueño o simplemente, aún no me di cuenta qué máscara llevo puesta. PorRaúl Saucedo [email protected]
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