Los nombres de ciertos lugares dichos en voz baja, íntima y susurrante, tienen la milagrosa virtud de transportar el espíritu al este del sol y al oeste de la luna, no podemos leerlos en letras de molde sin sentir un vivo temblor de emoción.El nombre del lugar que me produce a mi tan delicioso trasporte, es “Bali”. Yo no soy la única. Desde que Bali revelo por vez primera hechizo a todos los extranjeros, esa idílica isla en que no se conoce la prisa y que el claro cielo está lleno de paz.Lo primero que me dijo mi guía.Abra su corazón. Deje que Bali ente en usted.¡Deje que Bali entre en usted!Esa frase tan sencilla que para mí fue un chorro de luz.Se me manifestó de pronto una antigua verdad que a menudo olvidamos: que la mayor parte de las buenas cosas de la vida no se logran buscándolas premeditadamente nos llegan por añadidura como adeales, como inesperados suplementos. Y quien las busca directamente, por lo que son y lo que valen, muchas veces da con ellas.Era la hora del ocaso. Desde la orilla contemplamos las olas fosforescentes vaciando en las playas sus liquidas joyas. La fragancia de los chipanieros flotan en el aire. Allá a lo lejos, se oía música de xilófono. Pregunta Madé.-¿Ha hallado la felicidad?-Aquí en Bali sabemos que la felicidad es como la sombra. Sigue a quien no se cuida de ella; pero huye de quien le persigue. La felicidad nos viene de adentro.Al irme de Bali cuando el avión sobrevolaba todavía la isla encantada, se me hizo patente en todo su valor, la memorable lección que me había dado.Si abrimos nuestro corazón y nuestra inteligencia y dejamos que lo mejor de esta vida y de la otra, no habrá ensoñada y perfumada “Bali” que no pueda convertirse en venturosa realidad.HaikuMágica llavedichas bienandanzasremoto paraíso…ColaboraAurora Bitó[email protected]
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