Señora Directora: Caminando por las calles céntricas de nuestra ciudad capital, podemos ver que lentamente vuelve a ir en aumento la fea costumbre de las casas de comercio de exponer sus mercaderías sobre las veredas, especialmente por las calles paseos; percheros con prendas de vestir, estanterías y mesas con calzados de todo tipo, a los que se agregan los ya conocidos puestos “fijos” o quioscos que ofrecen todo tipo de mercaderías. Tengo entendido que no hace mucho tiempo se había prohibido esta exposición. ¿Quedó sin efecto? ¿Se logró algún “arreglo”? De continuar así, en poco tiempo no quedará espacio para caminar en las “calles paseo”, las que, por su nombre y por la intención con la que fueron construidas, deberían ser efectivamente lugares de paseo: placentero, acogedor, elegante y limpio. Todo ello dificultado por la necesidad de esquivar los obstáculos que además se acrecientan porque la gente se para a mirar las exposiciones, reduciendo aún más los espacios. La pretendida belleza de la ciudad se oculta en los vericuetos más propios de un mercado (o placita) que a una peatonal destinada al cómodo paseo que debería ser. Pareciera que lo que se quiere es que el centro de la ciudad se transforme en eso. No olvidemos que el aspecto de una ciudad muestra o demuestra la autoestima, la cultura y delicadeza de sus habitantes y de sus autoridades.Al comentar estas cosas de la ciudad, es imposible no mencionar también, nuevamente, el tema de las veredas: los clásicos desniveles en la planta urbana y ni que hablar cuanto más nos alejamos del centro. Pero quedémonos por ahora con las del centro donde, como en cualquier ciudad, se aglomera la mayor cantidad de personas todos los días por diversos motivos. Hemos demorado siglos en darnos cuenta de que las personas con dificultades físicas necesitan una rampa en las esquinas para superar el cordón-cuneta. Un gran logro sin dudas, pero a poco que suben a las veredas deben preocuparse por los obstáculos que le presentan el deterioro de muchas de ellas desde hace bastante tiempo, lo que invita a pensar que las autoridades no tuvieran ningún interés en participar en esto. Pero, a fin de ser justos, también debemos reprochar la actitud de los propietarios de los inmuebles que demuestran escasa delicadeza personal y autoestima al permanecer indiferentes al mal aspecto y falta de solidaridad con los semejantes con dificultades ambulatorias (no videntes, embarazadas, madres con niños en brazos o en cochecitos, personas en sillas de ruedas o con uso de muletas, ancianos, etc.). En algunos casos la destrucción es pequeña y en otros un poco más, cuyos costos de reparación no deben ser muy elevados y podría solucionar el propietario, y las de mayor magnitud es donde debe intervenir el municipio, para colaborar si es necesario, pero siempre por obligación mutua. Por otra parte, ambos deben comprender, y tener en cuenta, que existe responsabilidad legal ante el daño producido como consecuencia de un accidente ocasionado por esta causa.
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