La independencia adquiriría su forma definitiva luego de la campaña militar que condujera el General San Martín con un claro sentido continentalista, y en confluencia con la lucha que con el mismo ideario liderara Simón Bolívar desde la región centroamericana. El encuentro de ambos líderes en Lima rubricó el triunfo militar frente al poder español y sentó las bases fácticas para la liberación del continente que, para muchos precursores, se debía plasmar en una gran nación latinoamericana. El alejamiento de San Martín, primero de la conducción del movimiento independentista y más tarde de la Nación recientemente creada, basado en la negativa a avalar “el derramamiento de sangre entre hermanos”, marcaría los límites de un proceso irregular y complejo. El pronunciamiento de San Martín, dueño de una personalidad poseedora de una inusual conciencia ética y moral, preludió un período de profundas divisiones y enfrentamientos y guerras intestinas que frustraron la unidad que precede a cualquier proyecto nacional. En la propia Junta de Mayo, las divisiones impedirían esa necesaria unidad. La historia de desencuentros que se construyó, paradójicamente, tras el triunfo y consolidación del proceso independentista, bien mirada, llega hasta este aniversario y deja ver, hoy en el terreno de las confrontaciones políticas, la vigencia del ideal sanmartiniano de una Nación soberana basada en la solidaridad entre hermanos. Las crisis cíclicas que marcaron la historia más reciente, y hoy están presentes, reflejan, vale recordarlo, el alejamiento de la concepción originaria de los mejores protagonistas de Mayo.
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