Señora Directora: Mucha emoción y orgullo invadieron mi pecho el miércoles último cuando concurrí a la plaza 9 de Julio para participar de la marcha en contra del 2×1 con el que arbitrariamente la Corte Suprema de Justicia benefició a un represor condenado anteriormente y que abre la posibilidad para que otros quienes habían cometido delitos de lesa humanidad consiguieran también dicha reducción de penas. El importante compromiso de los jóvenes y el orden con que se realizó el acto, así como las palabras reclamando justicia y sin visos de revanchismo o venganzas, contribuyeron a esa sensación ante esa fuerte advertencia al gobierno nacional para que no avance en ese camino. Ese sentimiento de ser argentino y estar identificado con su pueblo fue aún más fuerte cuando, tras retornar a mi casa, observé por la televisión nacional que en muchas ciudades de país se habían repetidos pronunciamientos similares y que la Plaza de Mayo, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba) volvió a concentrar a cientos de miles de argentinos repudiando el fallo de la Corte, aprobado por sólo tres de sus miembros y la oposiciòn de los otros dos.. El que además, sumado a otros pronunciamientos del gobierno nacional, vuelve a poner en cuestión la teoría de los dos demonios y a equiparar los delitos comunes con los de lesa humanidad. Una postura que, tras el enorme avance logrado en materia de derechos humanos en los últimos años, retrotrae a los 90 la polémica falsamente creada entre argentinos sobre los crímenes cometidos por el Estado hace cuatro décadas. No quiero tentarme a caer de nuevo en explicaciones que ya de nada sirven en cuanto al grado de responsabilidades de los distintos actores de esa aciaga época y, en particular, de los cientos de inocentes que fueron sus víctimas.Los derechos humanos deben seguir siendo una política de estado y eso es lo que, a mi entender, dejaron en claro quienes participaron de esa multitudinaria manifestación del 6 de mayo. No habrá marcha atrás.
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