En una oportunidad me encontraba sentado a orillas del río Bermejo, frente a la ciudad salteña de Aguas Blancas, donde el cauce ancho y playo se vuelve torrentoso y golpea las innumerables piedras que afloran en la superficie y dan como una sensación de inmensidad y cierta cautela a un curso tan cambiante, pero a la vez cautivante y misterioso.Un escenario totalmente distinto se daba en sus márgenes rodeadas de sauces, que inclinados rozaban atrevidamente con sus hojas el agua al pasar y que tranquilamente bajo sus sombras me senté a descansar, encendí un cigarrillo y comencé a soñar. Mientras miraba el reflejo del sol que se transformaba en miles de luciérnagas diurnas que me permitían ver entre ellas, las rocas en el fondo, pensaba en todas las personas que llegan a este mundo y se abren paso como el torrentoso río en este tierra, algunas dejan huellas profundas a su paso y otras se escurren en las arenas del tiempo y otros ríos vendrán a ocupar su lugar. Fue así, que llegué a una fugaz conclusión: navegámos a través de nuestras historias, vivencias y toda esta realidad que nos envuelve y la llamamos vida, que mientras la transitamos miramos ese hermoso paisaje donde algunas veces lo cargamos de fantasía, música y color, para que este viaje sea llevadero y se transforme en el mejor carnaval posible, hasta que atraquemos en el ansiado puerto del destino. Pero este trayecto no tendrá solamente suaves remansos donde veremos reflejada nuestra silueta junto a los pensamientos, nos acompañarán a la par mientras vamos transitando plácidamente por el río de la vida. Otras veces serán las torrentosas aguas, las que tendremos que afrontar con coraje y decisión para no sucumbir y mantener a flote todos aquellos proyectos y esperanzas, que serán el valioso cargamento a bordo. Este curso de la vida no será un sendero largo y continuo sino que estará plagado de numerosas bifurcaciones que nos harán tomar decisiones a cada instante y todas tendrán sus consecuencias, algunas placenteras, otras desagradables y perturbadoras que nos transformarán de alguna forma, pero debemos pensar que todas estas situaciones serán pasajeras y que siempre quedarán atrás, sirviendo de experiencias para lo que nos espera más adelante. Con el tiempo nos daremos cuenta que aunque el río es largo y cambiante, el viaje nos parecerá corto y llegaremos a destino más pronto de lo que pensamos o habíamos planificado. Sin embargo, lo más importante es que siempre seremos los que empuñemos el timón para convertirnos en capitanes y tripulación de nuestra embarcación.Por supuesto a bordo también subirán todas aquellas personas que queremos que nos acompañen en la aventura de vivir: algunas serán como un ancla que nos impedirán avanzar y no nos dejarán crecer o afrontar los retos por nosotros mismos. Otras en cambio serán valiosas e imprescindibles y se convertirán en nuestra Rosa de los vientos o en la distante Cruz del Sur que nos rescatará cuando nos encontremos desorientados y habremos perdido nuestro norte. Sus consejos siempre serán como aquel polvoriento salvavidas que aunque esté guardado siempre sabremos dónde encontrarlo. Fue así que desperté luego de dormir una siesta debajo de aquel árbol: tomé mi mochila para seguir por esa larga ruta que se transformaría en mi propio río. Y así vivir plenamente esta aventura, sabiendo que aún quedaba mucho camino por recorrer para llegar a mi destino, pero agradeciendo el valioso consejo que me dio esa tarde el río Bermejo. PorRaúl Saucedo [email protected]
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