Desde sus orígenes el Yoga ha sido desarrollado y transmitido por hombres y para hombres, en contextos históricos y culturales muy diferentes al nuestro. Sin embargo en estos días y sobre todo en Occidente hay cada vez más mujeres que lo practican. Este hecho paradójico se debe a las grandes transformaciones sociales del último siglo, pero también a los condicionamientos anímicos y fisiológicos que predisponen a la mujer para experimentar vivencias físicas, energéticas y sutiles, que así como pueden facilitarle el proceso hacia un camino espiritual, también la motivan a aplicar terapéuticamente la práctica del Yoga a los efectos de la agitada vida cotidiana y a los altibajos de la salud.Numerosos autores describen los beneficios que el Yoga aporta a la salud de las mujeres, luego de enumerar los inconvenientes más comunes que las aquejan: depresión, síndrome premenstrual, reglas dolorosas, desequilibrios tiroideos, várices, cuidados del embarazo, posparto, prolapso, climaterio… y podemos seguir, pero detengámonos en los más característicos. En los estados depresivos, la práctica asidua de nuestra disciplina reconforta y coopera con los tratamientos médicos al calmar y centrar la mente en la respiración, en el efecto saludable de las posturas y en el manejo del equilibrio. Asimismo, sabemos cuánto malestar, dolor, irritabilidad e hipersensibilidad puede causar el síndrome premenstrual; pero nuestra práctica puede reducir esas incomodidades y equilibrar las emociones, así como aliviar regla dolorosa empleando las posturas adecuadas que favorecen la función ovárica y la circulación en pelvis.Iyengar fue uno de los primeros yoguis modernos en recalcar la importancia de determinadas posturas de Yoga para la salud de las mujeres, particularmente para beneficiar el funcionamiento de las glándulas tiroides y paratiroides, que inciden en el bienestar general del cuerpo, así como para aliviar las várices, que se producen principalmente por impedimento del reflujo de la sangre en sentido inverso; y siempre complementando a la medicina.Durante el embarazo el Yoga ayuda a reducir la ansiedad y el insomnio, mejorar la digestión, tonificar la musculatura torácica, abdominal y del perineo, flexibilizar articulaciones, facilitar la apertura de pelvis y la amplitud de movimientos con estiramientos del raquis, vigorizar la musculatura paravertebral para compensar la lordosis inducida por la proyección del vientre, además de menguar las probabilidades de sufrir tensión alta o dar a luz prematuramente, brindando también una conveniente preparación para el parto con técnicas de relajación y respiración, siempre con la guía del profe de confianza y el OK del doctor. Ya en el posparto ayuda a asumir los cambios de manera relajada y agradable, respirando, con técnicas que tonifican las zonas pelviana y abdominal, mejoran la circulación, recuperan la postura erguida y ayudan en casos de prolapso.¡Todo un tema la mujer! Y falta el climaterio, etapa de la vida con cambios físicos y psíquicos en que comienza una valoración diferente y en la que el Yoga particularmente facilita una continua renovación en armonía, respeto a sí misma y disponibilidad en cuerpo físico, energético y espiritual para el crecimiento personal. Por eso en nuestra clase, en la hora del ahora, recordamos las palabras de Jean Shinoda Bolen: “Nos ha llegado el momento de elegir ser nosotras mismas”. Namasté.ColaboraAna Laborde Profesora de Yoga [email protected]
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