Los actos centrales en conmemoración del Día del Trabajador mostraron ayer la impronta de un espectro opositor dividido en lo político pero unido en la preocupación por la situación del empleo y la industria. Por su lado, el presidente Mauricio Macri no consiguió proyectar la foto deseada, de preocupación por la situación de los trabajadores, al subirse a la tribuna con el titular del gremio de los obreros rurales y amigo político del Gobierno, “Momo” Venegas, como solitario representante del movimiento obrero. Es que las políticas desarrolladas en el primer año y medio de gestión de Cambiemos son más que elocuentes en lo relativo al mundo del trabajo. A la fuerte reducción del poder de compra del salario que Macri inició al otro día de instalarse en la Casa Rosada, con una devaluación de más del 40%, se agregó una ola de despidos que aún continúa; como así también la virtual destrucción del sistema de regulación salarial por paritarias libres, que hoy se mantiene en teoría pero se obstaculiza y desnaturaliza en la práctica. La pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo y el cierre de 7.000 empresas pymes son también señales que no dejan dudas del camino de que eligió transitar el Gobierno nacional; un ajuste que promueve la desvalorización de la fuerza de trabajo y la destrucción y precarización del empleo y pone en peligro la paz social.Que estos sean “daños colaterales” o se justifiquen por herencias del pasado reciente no viene al caso; la realidad es que en el día en que se recuerda, prácticamente en todo el mundo, el derecho del trabajador a una vida digna y una remuneración acorde a sus necesidades, una mirada somera al escenario político muestra que, en la práctica, se apostó a lo opuesto. La Comisión Episcopal de la Iglesia Católica Argentina, en una misa celebrada ayer en San Juan, aludió a este camino errático citando claras palabras del papa Francisco: “la distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía, es un deber moral”.
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