El Gobierno nacional, consciente de que un repunte circunstancial a nivel estadístico no borra el panorama crítico que se vive en la economía real; salió al ruedo con una medida de aliento a la industria. Lo hizo al anunciar un aumento de los reintegros a las exportaciones del sector industrial, mediante una modificación de las alícuotas. Por medio del decreto 294, se elevaron los reintegros a las exportaciones de la mayoría de los rubros industriales, beneficiando a autopartes, metalmecánica, maquinaria, textil, calzados, juguetes y metalúrgicos, entre otros. En la práctica, al subir del 6% al 8% el porcentaje de reintegro, el monto recuperado por los exportadores mejoraría entre un 30% y un 80%, y el fisco dejaría de ingresar unos 2.300 millones al año, según estimaciones del Gobierno. La medida fue saludada por las asociaciones del sector, que venía bregando porque se aminore la presión fiscal que, en los últimos años, fue una preocupación constante del sector empresario. Desde el Gobierno resaltaron que la intención es favorecer la competitividad de las exportaciones industriales y “no exportar impuestos”, postura que no cabe sino juzgar como positiva en el marco de caída de las exportaciones y de la actividad industrial fronteras adentro. El incentivo respaldará sin duda la performance de sectores que ya están exportando, pero se pasa de largo la crisis de quienes no tienen acceso a los mercados externos. Entre estos últimos se encontraría la industria maderera misionera, en la que, como destacó recientemente un referente de ese sector, de los 30 o 40 aserraderos que exportaban hasta hace unos años atrás, hoy lo hacen tres o cuatro. Mejorar la competitividad sin tocar el tipo de cambio es otro aspecto a rescatar de este incentivo que, lamentablemente, aparece como un esfuerzo aislado y sin el apoyo de un plan general en el mismo sentido.
Discussion about this post