Por allí anda, se lo ve recorriendo rutas y caminos del país. Va solo, con su bicicleta, una bandera y un mensaje. Devora kilómetros para llamar la atención sobre la desnutrición y el hambre que hay en el país. Una realidad que no la ignora nadie, pero nadie puede explicar por qué en una nación tan rica como la nuestra hay niños que mueren a consecuencia de la falta de alimentos. Por eso, Ariel Ayosa de 35 años salió de Salto, provincia de Buenos Aires, el pasado 6 de marzo. Llegó a Posadas el miércoles, mojado por la lluvia pero con el cuerpo caliente de tanto pedalear y contó a PRIMERA EDICIÓN que en 2009 hizo una campaña similar. “Salí desde Salto que es de donde yo soy oriundo y fui hasta la Quiaca. Luego bajé hasta Ushuaia y finalicé mi periplo en Buenos Aires, donde le pude entregar el petitorio a la expresidenta Cristina Kirchner”, contó.En el escrito le solicitó a la entonces jefa de Estado “ayuda para el norte del país, para los chicos que se mueren de hambre”. Su campaña está más dirigida a visibilizar el problema de los niños que están en el monte o los que están “olvidados” en zonas rurales. “Antes de eso yo trabajaba en una fábrica de galletitas donde mi labor era molerlas para que luego fueran usadas para fabricar alimentos para animales. Y un día en una charla con un camionero de Chaco me dijo: -Pensar que acá se lo dan a los animales y allá en el norte con una taza de mate cocido ¡sabés como ayudaría a los chicos!”.“Me dejó pensando y en esos días en la tele vi un documental sobre la desnutrición. Se me caían las lágrimas y ahí fue cuando nació la idea para hacer esto”. “Me lancé a esta cruzada porque aún no tengo hijos ni responsabilidad familiar que cumplir”, indicó. “En aquel primer viaje la gente con la que me cruzaba me contaba de los problemas de hambre en los pueblos, eso me dio mucha impotencia. Por eso volví a salir pero esta vez para tratar de hablar con los medios de cada lugar que visito, para que se visualice más el problema de la desnutrición, para concientizar y así tratar de contagiar a la gente para que se atreva a ayudar a los demás”, explicó. “Yo tranquilamente podría estar con amigos, o yendo al boliche los fines de semana, pero lo dejé de lado para llevar adelante este proyecto”. Ariel es el menor de siete hermanos y es el único que se animó a salir, pero con todo el apoyo de la familia. “Eso es muy importante para mí, porque me ha tocado llorar en el medio de la ruta, extrañándolos”, contó. “La planificación del primer viaje lo hice con un amigo. Estuve un año y medio entrenando y analizando la logística del viaje. Primero me compré la bicicleta, las alforjas y luego emprendí la vuelta por medio país, con la entrega del petitorio. Ojalá se haya hecho algo”. La recepción de la gente“Me quedan mirando y se asombran de que un chico solo salga a hacer una campaña como esta”, subrayó.“A medida que se va recorriendo el camino uno va haciendo amigos. Por ejemplo en Chajarí (Entre Ríos) se me acercó una chica de 16 años con la actitud de hacer algo igual a lo que yo hago. Ella me consiguió lugar para armar la carpa. Me mostró que es una persona que tiene ese espíritu de ayudar a la gente”.“Así queriendo, y sin querer, también uno va contagiando cuando hay algo bueno detrás”. Además de la carpa, lleva en su bici mantas, cubiertas de repuesto, una cocinita y alimentos. “Me la voy rebuscando para dormir en campings y en predios municipales. Sucede a veces que uno pregunta por ejemplo en una sede municipal donde puede parar y te ignoran o te dicen que no saben. Da un poco de bronca porque uno les cuenta lo que está haciendo y el sacrificio que implica”. “La gente piensa que es subirse a la bicicleta y pedalear, pero eso implica muchas otras cosas. Frío, calor, soledad. Me ha pasado que llegué con la billetera vacía a los pueblos. Es todo a pulmón y con ayuda de la gente”. Con fe“De Salto salí con lo justo y necesario. Soy muy creyente y de ahí saco fuerzas. Pedaleo y pienso, de alguna forma veré como he de alimentarme. Me gusta prepararme yo la comida. No me gusta pedir”. “Afortunadamente no me ha tocado quedarme sin nada que comer, porque siempre tengo un paquete de fideos o arroz, pero si he estado ‘cortando clavos’ cuando se me terminaban las provisiones”. “Siempre aparece esa mano mágica que brinda ayuda”.“Muchos me dicen ‘vos sos un héroe’, lo que hacés no lo hace nadie, y yo les contesto que no soy héroe de nada, solamente una herramienta de Dios, que lleva adelante este proyecto”. Contó que recorre unos 90 kilómetros por día, pero siempre intentando llegar a un pueblo o ciudad. Su mensaje“Los argentinos deberíamos cambiar nuestras concepciones y formar con otra mentalidad a los hijos. Educarlos en la solidaridad y en el amor al prójimo. Porque amar a un hijo o a un pariente es fácil. Yo hago esto por chicos que ni siquiera conozco. Busco tratar de contagiar eso”. “Nuestro país exporta tres veces más de alimentos de lo que consume y el hecho de que haya hambre en Argentina es una vergüenza”.“A las comunidades aisladas los gobiernos deberían asistirlos con proyectos de auto subsistencia, con agua potable, semillas, animales para que ellos mismos puedan vivir de eso”. Consideró que “no se puede montar una empresa y pretender que vayan a trabajar allí, porque su forma de vivir es diferente”. “Con esta campaña lo que yo pretendo es que la gente ayude de cualquier forma que pueda al prójimo, al vecino, a la comunidad”. “La idea es ir avanzando de pueblo en pueblo para concientizar sobre el problema de la desnutrición y que la gente se comprometa en serio a hacer algo desde su lugar”.
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