La idiosincrasia de una sociedad se construye a través de visiones que en general puede tener una población sobre sí misma. En esa dirección, se va conformando a partir de ideas que son aceptadas como válidas para describir valores, creencias, actitudes, formas de actuar y particularidades de un pueblo. Esto puede tener apreciaciones positivas pero también una carga negativa, cuando se habla de problemas que por su complejidad, su falta de resolución o su instalación histórica dentro de la dinámica de esa sociedad, anómalamente quedan atrapados bajo la concepción de “normalidad”. Cualquiera que maneje mínimamente la agenda de temas que más preocupan a los argentinos se encontrará con la recurrencia de dilemas que el “sentido común reconoce”, pero que nadie ha podido hacer nada para erradicarlos. A continuación se exhibirán cuatro temas que podrían ser parte de la “normalidad” de un día en Argentina. BarrabravasLa muerte del hincha de Belgrano de Córdoba producto de la violencia en el fútbol indignó a muchos y elevó la espuma de la condena social por unos días. Sentidas palabras de gente ligada al deporte, políticos y periodistas. Los mismos clubes de Talleres y Belgrano junto con Independiente de Avellaneda prepararon un encuentro y los jugadores salieron al campo mostrándose unidos y en contra de lo que provocó un grupo de inadaptados. Lo “normal” fue que ese gesto simbólico de reparación ocurrió en medio de una silbatina generalizada de los hinchas de los dos equipos cordobeses. Los responsables de haberlo empujado de la tribuna están detenidos y hasta se entregó quien le había robado las zapatillas cuando el hincha yacía con la cabeza rota.Los días pasarán, los acusados tal vez reciban condena pero lo peor de todo es que Emanuel Balbo pasará a engrosar la lista de muertos que tiene el fútbol argentino. ¿Alguien duda que las peleas, los tiroteos, las mafias ligadas a las barrabravas seguirán estando? Parece que acá las cosas son así. Es habitual que pasen esas cosas. Todos protestan pero nada cambia. Hay un proceso de degradación de lo que alguna vez fueron las buenas costumbres. FemicidiosSegún datos del Observatorio de Femicidios Adriana Marisel Zambrano, dirigido por la Asociación Civil La Casa del Encuentro, en 2016 hubo 290 femicidios y 401 chicos perdieron a sus madres a causa de la violencia machista. En promedio cada 30 horas una mujer moría a manos de un hombre. El “Ni Una Menos” es una de las campañas de concientización más fuertes que se recuerden. Marchas, charlas, presencia en los medios de actores del colectivo femenino para frenar la violencia del hombre contra la mujer. Ante cada nueva muerte se dan extensos debates con psicólogos y profesionales de diversa índole para tratar de entender por qué sucede. Pero nadie pudo dar en el clavo para pararlos, porque a pesar de todo lo que se hace para evitarlos, cada vez son más los femicidios. En 2015 fueron 286. Sólo en los primeros 43 días de 2017 se produjeron 57. El último más resonante fue el de Micaela García. Lejos está y jamás debería naturalizarse esta tragedia, pero es indudable que se ha convertido en uno de los problemas sociales más recurrentes de nuestra agenda.PiquetesEn los primeros días de enero, la consultora Diagnóstico Político, informó que durante 2016 se registraron 6.491 cortes de vías públicas en todo el país, lo que significó un aumento de 3% frente a los 6.323 ocurridos en 2015. “De esta forma, 2016 fue el segundo año con más bloqueos -desde 2009 a la fecha- mientras que 2014 se mantiene como el período récord, con 6.805 bloqueos”, según indicó ese relevamiento. Desde 2005 hubo 39.576 piquetes en la Argentina. Como sabemos, todo lo que pasa en Buenos Aires repercute en todo el país y este año desde los medios comenzaron a plantearse la legitimidad de los cortes de calles como método de reclamo. Los periodistas de mayor peso mostraron que la mayoría de los piquetes están motorizados por la política partidaria, bajo el velo de un reclamo social que puede ser justo. La política económica del Gobierno de Cambiemos generó nuevos pobres y empeoró el clima social de las clases más bajas, pero la política eleccionaria terminó mezclando todo. Más allá de eso, tierra adentro, en Misiones en localidades como San Pedro, entre otras, conocemos casos de colonos o vecinos que tuvieron que salir a cortar rutas para generar la atención del Gobierno. Los piquetes pueden ser una herramienta de extorsión política, pero también es una forma de hacer oír reclamos genuinos. El primer corte ocurrió en los días del Gobierno de Menem, en 1996, allí en Cutral Co y Plaza Huincul en Neuquén. Se multiplicaron desde 2001 hasta hoy, y se volvió hasta un paisaje urbano no importa en qué lugar de la Argentina ocurra. El derecho a la protesta se mezcla con la ilegalidad de cortar rutas y calles. Más allá de los insultos que generan de parte de los que lo sufren, se “naturalizó” la modalidad. La corrupción “Acá los únicos que van en cana son los pobres” dijo un dirigente social. La estadísticas de diversas ONG’s relacionadas con la Justicia indican que en promedio una causa por corrupción tarda diez años en sentar a un político como acusado en juicio. A eso hay que agregar las operaciones judiciales que además de frenar los procesos, puede provocar que vuelen fiscales (Esteban Righi en el caso Ciccone) o los aprietes a los jueces con amenazas de destitución cuando el kirchnerismo tenía mayoría en el Consejo de la Magistratura. La democracia de los últimos 20 años nos enseñó a los argentinos que poder es sinónimo de impunidad. El problema ocurre cuando lo pierden, como ocurrió apenas los funcionarios del Gobierno anterior debieron abandonar sus despachos. Acusan que se trata de una operación política, pero parece que tiene más que ver con el accionar de los jueces sin temor a que los desplacen de sus cargos. Personajes de la política que en apenas un par de años cambiaron abruptamente su nivel de vida es algo común, aunque no general, en nuestro país. Como dice una canción “chirolitas de ropa fina”, que de la noche a la mañana pasaron de vivir en una casa modesta a una mansión y de andar en un auto viejo a tener uno de alta gama. ¿Cómo hicieron? Se preguntan con sorna sus antiguos conocidos. Es así, es como Cambalache, “…el que no afana es un gil…”. Es la “naturalización” de la apropiación de los recursos del Estado en beneficio propio. Muchos se dan cuenta cómo llegó a cambiar su estilo de vida, pero hay resignación: “mientras nosotros laburamos ellos nos roban”. Pareciera que para los políticos que llegan a funciones ejecutivas (al que le quepa el sayo que se lo ponga), es natural volverse millonarios con fondos p&uac
ute;blicos, porque que es la tarifa que deben cobrar por ese trabajo “tan insalubre”. ¿Si hay que rendir cuentas a la Justicia? ¡Después vemos!“Podemos ser lo peor o también lo mejor” cantaba Gustavo Cordera cuando era la voz de la Bersuit. Hoy deambula por tribunales para explicar por qué para él es “normal” que haya “mujeres que necesitan ser violadas”. La lista de “normalidades” argentinas puede ser tan larga como la Ruta 40. Aquí solo paramos en cuatro esquinas. Porque nos resuenan las palabras del expresidente uruguayo Jorge Batlle, mientras de fondo se escuchan los estribillos de “La argentinidad al palo”. -¡Son todos una manga de garcas! ¡Este país está lleno de ladrones! ¿Yo?… ¡argentino! por Licenciado Hernán Centurión.
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