Cuando una pareja decide divorciarse su contexto se vuelve caótico, se duplican los gastos, se dividen los ingresos, y comienzan tironeos que dejan en el medio a niños que no tienen nada que ver pero sienten el impacto.En esta nueva realidad de las personas ni bien se divorcian, suelen estar presentes las peleas y malos entendidos, que de no encontrar un espacio de reflexión y acompañamiento, van a escalar y a transformarse en la forma habitual de acordar el compartir con los niños, las visitas, los alimentos y los bienes, por más que un juez les decrete el divorcio en forma exprés.Para reducir la conflictividad familiar se requiere un acompañamiento interdisciplinario, un espacio de reflexión y diálogo. Un proceso donde pueda trabajarse la autoestima de los integrantes de esta familia que se ha ido a pique. Alguien que los ayude a confiar en sí mismos y en el otro. Alguien que los ayude a trabajar y consensuar nuevas pautas para este nuevo modo de funcionamiento familiar. Además del proceso legal y el apoyo terapéutico, las partes necesitan un espacio en el que puedan encontrarse a trabajar su modo de comunicación, tal como el que ofrece la mediación.Del estudio llamado «Hijos, mediación y divorcio», realizado por la Fundación Atyme, en España, tras entrevistar a hijos de parejas que acudieron a la mediación antes de poner fin a sus vidas en común, surge que gestionar los conflictos familiares en el espacio de la mediación contribuyó de forma positiva al reajuste social, emocional y escolar de los menores. Una separación bien llevada, pacífica y encaminada al consenso, hizo que las fortalezas de los hijos se dispararan.Este estudio se realizó en España, como consecuencia de las más de 110.000 rupturas que hubo durante 2011. Se registraron cerca de 90.000 menores involucrados, que, cuatro años después, relataron su experiencia colateral a los procesos de mediación a los que acudieron sus padres buscando una solución pactada y negociada a la disolución del vínculo conyugal.La investigación, dirigida por Trinidad Bernal, directora de Atyme y pionera de la mediación en España, ofrece datos que son esclarecedores: El 88% de los hijos entrevistados reconoció que el hecho de que el fin de la convivencia de sus padres no fuese conflictiva —aunque fue un acontecimiento triste y, en muchos casos, una experiencia dura—, ayudó a que sus vidas experimentaran una mayor tranquilidad. Esa manera de «normalizar» la separación hizo también que en el 79% de los casos los jóvenes entrevistados se llevasen mejor con sus dos progenitores y que, en última instancia, no se vieran afectados en sus estudios (es más, un 85% de los jóvenes no sufrió cambio en sus notas, o incluso las mejoraron).Para los niños siempre es ideal nacer y crecer en medio de una familia sana, unida y feliz, pero cuando no puede ser de esta manera, no tiene por qué suponer un trauma. Peor aún que la separación de sus padres, es para ellos el conflicto sin fin entre estos.Todos sabemos que el éxito en la crianza depende en gran medida de los acuerdos a los que puedan arribar los padres respecto de los hijos.La mesa de mediación es un espacio de reflexión que permite el encuentro hacia un nuevo modo de vida. Sanar es mirar de otra manera. ColaboraValeria [email protected] 3764-510132
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