Señora Directora: A muchos les parecerá sólo un chisporroteo entre estadounidenses y norcoreanos, con participación secundaria de otros países como China, Japón, Rusia o los aliados de siempre de los primeros. Pero las palabras van subiendo de tono y se están asumiendo actitudes que van llegando a un extremo en los hechos que no tiene marcha atrás.Las Naciones Unidas, tal como ocurre en Medio Oriente y pese a los cinco vetos en el Consejo de Seguridad, sigue sumándose al juego de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan). Ésta en sus intervenciones ya ha desbordado los límites que le dieron origen –así como las razones ideológicas que la justificaron– y apunta a la globalización en su presencia en cualquier conflicto.Y?en este caso de Corea la presión sigue aumentando y la diplomacia comienza a quedar a un lado. Por lo menos es esa mi visión de lo que viene sucediendo en un mundo donde la responsabilidad aparece subordinada al capricho de ciertos intereses. Porque aunque se las disfrace con loables razones y nobles propósitos, como diría Eduardo Galeano, la guerra es siempre sinónimo de rapiña o, parafraseando a Karl Marx, siempre va montada sobre intereses económicos, de los más bajos y rastreros.Pese a lo que muchos estiman, creo que si fracasa la diplomacia, el conflicto norcoreano nunca se circunscribirá a las llamadas “guerras focalizadas” con que las potencias vienen manteniendo su control e intereses, y sojuzgando pueblos tras el Nuevo Orden Mundial que se dio desde los 90, luego del fin de la Guerra Fría.El peligro hoy no solo está en Kim Jong-un.
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