El alto nivel de violencia en nuestra sociedad nos debe llamar a reflexionar las razones por las cuales los misioneros, los argentinos en general, nos enfrentamos por diferentes circunstancias al extremo de dividir amigos, familias, compañeros de trabajo y ni hablar de “amigos” de las redes sociales. Pero el impacto de la llamada “grieta” es mayor cuando de la política y la administración del Estado se trata. Porque no se piensa en el bien común entre el “blanco o negro”, postergando decisiones que el pueblo espera de sus gobernantes.El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo, lamentó esta semana los “desencuentros” que se viven en el país y que a los argentinos les cueste encontrarse “desde la diversidad”. “Un país dividido no encuentra ni da soluciones a los problemas de la gente, especialmente de los más necesitados” (…). “Es necesaria y urgente recrear una cultura que tenga su fuente en el diálogo y el respeto, en la honestidad y la ejemplaridad, en el marco institucional de los poderes del Estado, como expresión de una auténtica vida en democracia”, enfatizó en su mensaje ante las Pascuas cristianas.Jesús hizo un sacrificio de vida para reconciliar a la humanidad con Dios. Por ello, en la Cuaresma se insta a los católicos y cristianos a disponerse a perdonar, a reconciliarse aun con aquellos con los cuales existan enormes diferencias.Argentina necesita el cierre de la grieta para profundizar consensos que nos permitan salir de la crisis, tener menos pobres e indigentes, menos corrupción tanto en lo público y lo privado. Más viviendas, más trabajo digno, mayor bienestar, salud, y tantas otras cosas que podrían concretarse si se pusiera la misma energía que se utiliza en la pelea innecesaria y desgastante, para el camino del progreso conjunto.
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