Señora Directora: Creo que los argentinos estamos perdiendo la razón. Me preocupa (y mucho) el ver una clara inclinación hacia responsabilizar en el otro nuestro propio miedo, real o generado desde algunas usinas que se aprovechan.Entonces los desconocemos y volcamos sobre ellos, víctima, victimario y quien pudiera tener alguna relación (aun lejana), esa frustración de lo que no supimos asumir como sociedad. Es como si buscáramos una salida mágica donde nunca la habrá y esperamos en la “mano dura” o el “gatillo fácil” la solución de nuestra inseguridad (muchas veces más fantasiosa que real), o en cargar sobre la propia víctima la génesis del hecho que se condena (para muchos era lo merecido).Siempre será el otro el responsable. Se observará solo el hecho puntual, aberrante de por sí, y se olvidarán los condicionantes que lo rodean. Y guay de quien queda enredado en ese medio, porque sobre él se descargarán todos los cañones y ataques públicos.Serán el error de juez, la militancia, la pobreza o la “rareza” de la víctima las generadoras (o circunstancias justificantes) de un hecho que a todos sacude y en la que el victimario, execrable y repudiado, solo hizo lo que sabía hacer. A nadie importa la verdad –salvo, quizás, los familiares y amigos de la víctima– sino encontrar a quien echarle una culpa que, como sociedad, duele al conjunto.Todos hablan además del necesario cambio cultural, pero muy pocos se animan a comenzar a caminar hacia esa meta.¡Y nuestros berrinches parecen los de un niño caprichoso!
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