La “grieta” política, profundizada por la verba embravecida del kirchnerismo, que hasta llegó a dividir familias, se notó también ante la primera huelga a nivel nacional lanzada por la Confederación General del Trabajo (CGT) contra el Gobierno.Las calles desiertas por el paro total del transporte público, y las camionetas Hilux con la leyenda “Yo no paro” circulando por algunas avenidas porteñas, reflejaron hasta qué punto el país continúa dividido.Esa división se refleja en forma notoria en las redes sociales, donde la disputa entre el kirchnerismo y el macrismo se libra cuerpo a cuerpo, como una guerra de trincheras virtual.Si bien el Gobierno parece cómodo en ese enfrentamiento, e incluso hasta lo alentaría rumbo a las elecciones legislativas, la ausencia de unidad nacional representa un duro desafío para la política económica.Históricamente, los países se recuperaron económica y socialmente a partir de sociedades enfocadas detrás de un objetivo común, atributos que en el caso argentino aparecen cada vez más distantes.El paradigma que confirma la necesidad de un sociedades mancomunadas detrás de un mismo objetivo fueron los hechos ocurridos tras la Segunda Guerra Mundial, donde como nunca en la historia la mayoría de los países se enfocaron en la recuperación de sus economías para alcanzar una paz duradera.En cambio, la Argentina sigue dividida y con un profundo desacuerdo sobre cuál es el mejor camino para lograr el crecimiento económico.Mientras casi medio país añora el intervencionismo estatal aplicado por el kirchnerismo durante doce años y medio, con su asistencialismo permanente, subsidios discrecionales a distintos sectores y el cierre de la economía creyendo que el país podía sobrevivir casi sin contacto con el mundo.La otra mitad se identifica con el proyecto de la alianza Cambiemos, con fuerte acento en el modelo agroexportador, la apertura económica y la atracción de inversión extranjera, pero sobre todo manifestando una activo rechazo al populismo.El problema es que ambos modelos no pueden convivir, y seguramente volverán a dirimir fuerzas en el próximo paso legislativo de octubre.La Casa Rosada parece cómoda con esa alternativa, e incluso el presidente Macri se mostró desafiante tras el paro de la Confederación General del Trabajo y dijo que las diferencias en las visiones sobre el modelo político económico “se dirimirán en las urnas”.El Gobierno se mostraba más cauteloso hasta que el primero de abril último una multitud salió a las calles en defensa de la democracia pero también para dar señales de hartazgo al creciente intento kirchnerista de tomar los espacios públicos para multiplicar las protestas contra Macri y, tal vez, anticipar su salida del poder, como lo demostraron los camporistas que llevaron “minihelicópteros” a las marchas, recordando a Fernando de la Rúa.“Siento que no paró el país, al contrario: se activó lo más importante que tenemos en discusión, fue un activador del cambio”, dijo Macri el día después de una medida de fuerza que tuvo alto impacto por la parálisis del transporte público.Para Macri, esa huelga permitió “como nunca, lograr una toma de conciencia, una profundización del debate para construir el futuro”.Por José Calero (columnista de Noticias Argentinas)
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