Señora Directora: Otra vez en Misiones un trabajador del volante muere en manos de un criminal al que poco importó el valor de la vida humana. Aunque esta vez la acción fue más desenmascarada que otras veces en las que esa muerte se disculpa tras un “accidente” de tránsito, responsabilidad de un conductor desaprensivo que maneja alcoholizado.Esta vez no fue así, ya que la responsabilidad es directa: la de un joven que le disparó a un taxista. Muy diferente a aquellas circunstancias en que el hecho criminal es el mismo, pero aparece un vehículo en exceso de velocidad y un conductor obnubilado por el alcohol para “justificarlo”. Y aunque las circunstancias parezcan distintas, las responsabilidades son similares.En mi opinión, en ambos casos la intencionalidad está presente. En uno más brutal que en otro, pero existente y palmaria. Aun sabiendo que la consideración general será otra, que habrá “comprensión” de parte de la Justicia para quien se pícaramente se emborrachó y subió a conducir su auto. Al menos es lo que vienen demostrándonos los hechos casi cotidianamente en los que la muerte se pavonea por las madrugadas. La calle está llena de esos “conductores” que siguen tras el volante, en muchos casos pese a la inhabilitación que pesa sobre ellos.Me duele esta muerte reciente del taxista fríamente asesinado y sumo mi pesar al de sus familiares, pero no puedo dejar de pensar en esos otros choferes (y acompañantes o peatones) que pierden la vida en un estúpido “accidente” generado por alguien que se sentó al volante sabiendo del alcohol presente en su sangre e inconsciente –por irresponsable y negligente– de la amenaza que ello encierra.No puedo sustraer una muerte de la otra. Ambas merecen justicia con la mayor rigurosidad que permita la ley.
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