Señora Directora: Ansiosos, mis hijos, desde hace una semana nos venían insistiendo, a mi esposa y a mí, en que el jueves pasado querían ser los primeros en visitar la muestra Tecnópolis federal. Habían programado no ir a clases y levantarse temprano y “llevarnos” al Parque de la Ciudad.Fue difícil hacerles entender que era un día normal, de escuela y trabajo para todos. Pero hubo que prometerles que por la tarde, en horas de la siesta, iríamos. Y?apenas terminaron de comer, rapidísimo, quisieron salir. Aunque debieron tener algo más de paciencia, porque hubo que ordenar la mesa y lavar los platos del almuerzo.¡Y fuimos! La ansiedad de mis hijos, un niño y una niña de entre 8, 10 y 13 años –y la nuestra-, era imposible de atemperar. No terminé de estacionar el auto y ya querían salir corriendo hacia el Parque, donde se exhibía la muestra. ¡Terminaron arrastrándonos! ¡Imparables! ¡Y todo el recorrido fue así! Querían saber sobre todo. Preguntaban y preguntaban, y se distraían con la siguiente propuesta sin esperar la respuesta sobre la anterior. ¡Admirados y con la boca abierta!El área de los dinosaurios fue lo que más les impactó. Las discusiones sobre ellos, tamaño, velocidades y ferocidad, dejarían admirado a cualquier paleontólogo. De entre todas las cosas que les atrajo y continuaron hablando durante el regreso y hasta antes de dormirse, fueron esas bestias jurásicas las que más estuvieron presentes.Aun tras la agotadora corrida tras ellos, personalmente me pareció una muestra extraordinaria y que habría que ver.
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