Señora Directora: Ayer como argentinos, y en mi lugar como joven argentino, nos encontramos con una realidad que ya era conocida, o por lo menos sospechada. La educación nacional está en caída libre. Y esto no lo digo como referencia a la frase del Presidente de la Nación, frase desafortunada y reprochable, sino porque los números año a año se van desplomando cada vez más. Doce años la República Argentina estuvo gobernada por un mismo partido, tiempo prudencial para tratar de generar políticas de estado que transformen estructuralmente un área, en este caso la educación. Tiempo prudencial para implementar, haciendo rémora al peronismo, dos planes quinquenales. Sin embargo, tanto tiempo fue solamente desperdiciado, por lo que les resulta extremadamente más fácil salir a cuestionar frases que hacerse cargo de las estadísticas que reflejan la realidad. En nuestro país, la mitad de los chicos no puede comprender un texto. Más del sesenta por ciento no puede resolver problemas matemáticos básicos. La deserción en la escuela secundaria alcanza cifras impensadas, y los porcentajes de estudiantes que terminan la primaria nos muestran que el problema de raíz hay que buscarlo justamente ahí, en la raíz, en su inicio. Pero a su vez hay que ser más precisos con los datos, porque a veces las generalidades de la Nación ayudan a tapar algunas situaciones dramáticas en las provincias. Una de esas que se beneficia con esta generalidad es nuestra querida Misiones; 15 años gobernada por el Frente Renovador, amigo y aliado del kirchnerismo. En Misiones, los números nos muestran la falta de una política que considere a la educación más allá de la construcción de edificios que después quedan vacíos. El 32% de la población joven no terminó la primaria y el 16% no concluyó la secundaría. Esto ya de por sí es dramático, pero hay peores datos, poco más del 60% de los jóvenes misioneros de entre 18 y 24 años no cumplen con los requisitos mínimos para poder ingresar a la Universidad. Sumado a que los pocos que logran llegar a la universidad sufren las consecuencias de una educación media e inicial con grandes dificultades en el aprendizaje. Ante esta situación, vale más preguntarnos si nos preocupa una frase, que es válido reprocharla, o analizar los 12 años de abandono y desinterés que vive la educación en nuestra nación. No desviemos la atención, los números nos quieren decir algo, empecemos a trabajar para cambiar estructuralmente la educación, por nosotros y por nuestros hijos.
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