Señora Directora: Los usuarios del transporte urbano de pasajeros del área metropolitana fuimos engañados otra vez con un aumento en la tarifa “ajustado a inflación”, pero que vuelve a ignorar el incumplimiento de las empresas a sus obligaciones contractuales. Desde hace ya largos años, mucho antes de la actual gestión de gobierno, las autoridades, en complicidad con las empresas, vienen poniéndonos la zanahoria delante de la nariz para que creamos que, por fin, cumplirán con los compromisos asumidos y de eterna deuda.Esas mismas promesas, como mejora de itinerarios y frecuencias, colocación de paradas en toda la ciudad, que vienen siendo repetidas al cansancio todos los años como una justificación para el incremento tarifario, cuotificado y por sobre la inflación. A lo que se suma el cacareo insulso entre empresarios y autoridades porque los primeros reclaman –”exigen”, dicen desde el gobierno– una tarifa muy superior a la que finalmente se otorgará, para que todo parezca y sea entendida como una concesión magnánima de unos y otros.Entonces los usuarios, en su mayoría, se conforman con el “mal menor”, pero se sigue haciendo lo que quieren las empresas en materia de una prestación tan esencial para la ciudad como es el transporte público de pasajeros. El que utiliza el trabajador para ir a cumplir con sus obligaciones laborales, el que usan los chicos para ir a la escuela y del que se valen las madres con escasos recursos para llevar sus hijos al hospital.¡Y a resignarse! A esperar el colectivo bajo el sol o la tormenta y la lluvia, sin protección alguna y durante el largo tiempo que el paso de una unidad de la siguiente, particularmente en los barrios periféricos más carenciados y necesitados del colectivo, o en fines de semanas y feriados, cuando el servicio –que es fundamentalmente público– se adecua a los intereses de las concesionarias antes de que a las necesidades de los usuarios.Mucho tiempo se pierde cada jornada en la calle o en la terminal de transferencia para esperar el transporte, tan necesario e indispensable en una ciudad extendida y poco amigable para otros medios de transporte como la bicicleta o la motocicleta.Tampoco cumple su función la estación de transferencia de la avenida Quaranta que, al parecer, fue habilitada solo para callar quejas, porque, salvo algunas pocas excepciones, los colectivos de las distintas líneas siguen de largo.
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