Hace un cuarto de siglo la elaboración artesanal del huevo de chocolate para Pascuas en la ciudad Capital era rotundamente diferente. Victoria Poyeska, una jubilada de mirada vivaz, sabe, por haber sido pionera, de las dificultades y satisfacciones del emprendimiento artesanal.“En esa época era impensable tener un aire acondicionado y hacía tanto calor como ahora. Moldear el chocolate tenía sus complicaciones porque solo se podía trabajar a ciertas horas: para cumplir con mis clientes, confeccionaba los huevos a la madrugada. De día, por el calor era imposible. Una vez listos, los embolsaba y entregaba”, recordó en una charla con PRIMERA EDICIÓN, que la visitó en su casa de Cocomarola y Alondra, en Villa Dolores.“Ahora ya tengo una pequeña salita con aire, a medida que voy sacando pedidos los dejo allí para que se mantengan intactos hasta el momento de entregar”. En aquellos años iniciales los pedidos no superaban las 200 unidades, en la actualidad no bajan de 2.000.Ella contó que no llegó por necesidad a la actividad: “Fue por curiosear, por puro gusto y lo continúo haciendo porque me sana”, enfatizó. Para doña Victoria, el hobby devino en terapia. No es por nada pero, hace algunas semanas estuvo internada en un sanatorio céntrico y se llegó a temer lo peor: “Sin embargo, por hacer los huevos acá estoy sana, ágil, con ganas. Es un hobby y una terapia”, insistió.“Ni bien salí del sanatorio me sentí repuesta porque mis clientes me estaban esperando”, sonrió.Buena demandaPrácticamente toda la familia participa en el circuito de producción: hijos, hijas, nietos, sobrinos y nueras. Algunos para tomar los pedidos, otros para entregar o cobrar, y Doña Poyeska para elaborar. Lo hace junto a otras mujeres de la familia que ella misma entrenó para que los resultados sean siempre los mismos: “Buen chocolate, en el grosor adecuado para que no se rompan y la delicadeza de los glaseados para decorar”, describió.“Desde hace varios años la gente empezó a comprar lo artesanal porque los que venden las marcas son impagables, mucho más si tenés varios chicos en las casas. El año pasado vendí más de dos mil. Tuvimos que empezar a trabajar muy anticipado. Igual que ahora”, recordó.Costumbres tradicionalesDe acuerdo a la opinión de la abuela, el hábito de regalar huevos de Pascuas en Semana Santa prevalece “sin importar las crisis”. “Hay subas en el precio de los insumos (chocolate, azúcar, confites) pero aún así las personas se lo quieren regalar a los chicos. Ya no se hacen más los huevos de gallina decorados, que era costumbre entre las familias de antes. Cuando empecé, el chocolate tenía una muy buena aceptación de la gente y se fue dejando esa antigua realización tan doméstica. Si es para regalo, los clientes quieren huevitos de chocolate, hermosos, ricos y bien decorados”, especificó. Variada producción de bocaditos Como se dijo más arriba, Doña Victoria comenzó a producir los huevos de Pascua más que nada para satisfacer su curiosidad como ama de casa, que por haber visto allí una salida económica extra. Sin embargo, no faltó mucho para que la dedicación se convierta en próspero negocio. En la actualidad todo el grupo familiar tiene muy bien aceitado el circuito de venta que más o menos tiene tres mercados incipientes: pedidos en las escuelas, también en los almacenes y supermercados del barrio (que les compran para revender) y los particulares. La producción es variada: los clásicos huevitos en cesta desde los 12 pesos, en tamaño mediano, con cajita, 45 pesos. Los conejos valen entre 30 y 40 pesos. Los de tamaño extra grande arrancan en 170 pesos. “Este año los huevos más pedidos son los grandes y creo que es porque con uno solo alcanza para la familia completa”, opinó.
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