Con casi 57 años de trabajo constante, Secundina Acosta (79) permanece trabajando en el oficio que ayudó a criar a su familia y brindarle todas las oportunidades que ella no pudo tener. Es una de las primeras locatarias que formaron el Mercado Modelo La Placita y actualmente su conocimiento de las hierbas medicinales la llevó a ser una de las “yuyeras” más conocidas de este histórico lugar de la ciudad.Originaria del Paraguay, arrancó en el rubro a muy corta edad ayudando a familiares en un labor que la encaminó a ser parte de un espacio tan significativo para la tradición cultural posadeña como es ser parte de la placita. En sus primeros días su actividad consistía en transportar desde el puerto las frutas que provenían de las chacras “yo trabajaba con mi carrito, repartía las bananas que llegan por la rivera por la chata (que era como una canoa de metal de gran tamaño) desde el interior de la provincia y tenía que repartirlas en zonas aledañas al centro de Posadas”, comentó Doña Secundina. Varias décadas atrás, en un panorama bastante distinto al actual, eran tiempos donde la equidad en cuanto a derechos laborales de la mujer eran aún un espacio por ganar y el trabajo fuera de las tareas del hogar era todavía incipiente. “Al principio éramos todas mujeres las que teníamos los puestos, hoy ya hay más hombres, pero antes no era así, era un trabajo muy sacrificado y lo sigue siendo, yo me paso casi trece horas acá. Fue todo un logro la construcción de un lugar como éste, antes solo teníamos la vereda y vender en la calle bajo el sol, con los cajones y todo el día”, señaló.La vida la condujo por caminos que quizá no soñó para sí, pero que supo sobrellevar hasta el punto de ser convocada para participar el año pasado en el Festival Nacional de la Música del Litoral como parte del simposio cultural, el cual conquistó a los asistentes al evento por su calidad narrativa y su amplio conocimiento de la medicina natural.“Cuando yo era chica tenía un tío que era médico y él conocía mucho sobre como curar a las personas con las plantas, por los síntomas. Yo desde chica iba y le preguntaba para qué era esto y para qué era aquello, me enseñaba mucho, quería ser médica, pero eso no era para mí y me dediqué a este rubro para también estar más en contacto con la gente, muchos vienen y me preguntan que les recomiendo para tal o cual malestar. La gente casi no sabe qué yuyo es para cada mal, hay muchos que venden o les dicen sus doctores que consigan, pero a veces eso que quieren tomar es para otra cosa”, agregó.La familia Hace muchos años que reside en Posadas, en el barrio A 3-2, tuvo a su cargo tres niños que los crió como suyos, sumados a sus dos hijos, en total fueron cinco, todos ellos pudieron ir a la escuela y alcanzar grados superiores de formación gracias al trabajo de Secundina.“Yo tenía 19 años cuando me vine a esta ciudad y empecé a trabajar. Mis hijos todos tienen títulos, pero nunca se dedicaron a eso, son como el padre que era camionero y como yo, nosotros somos gente de trabajo, vivimos para lo que hacemos. Hoy vienen y me dicen que deje, que ya estoy grande para seguir trabajando, pero esto me hace sentir bien y me siento cómoda acá en La Placita con mi puesto, somos todos como una familia”.Sobre la transformación que vivió ese espacio con el correr de los años la yuyera lamentó que “ahora decayó mucho casi no se vende, no es como antes, uno viene casi por obligación, una especie de tradición, hay que seguir nomas en la actividad. Cambió mucho el rubro, la gente va toda a Paraguay, es una lástima, dejás el alma en el suelo al ver las largas colas para cruzar el puente y llegas acá para encontrarte con tan poco movimiento. Por suerte tengo mis clientes que vienen siempre, que me conocen, porque ahora viene cualquiera para venderte cosas de las cuales no conocen nada, como los yuyos, acá cualquiera vende remedios. Yo me pasé prácticamente toda mi vida en el local, veo que hay varios nuevos que están hace unos años, la rutina de la vida en La Placita ya no es la misma, la gente originaria ya no queda”. EmigrarCriada en épocas donde el acceso a la educación y la salud eran difíciles de conseguir en su tierra natal, el trasladarse del otro lado del Paraná ayudó a que ella y su familia pudieran salir adelante. “Yo no pude estudiar mucho, me fui a la escuela, pero muy poco, hasta segundo o tercer grado, mi papá era un hombre muy bruto y nos decía que había que trabajar en la chacra, era estar todo el día en movimiento cosechando la tierra, carpiendo y distribuyendo las frutas”, recordó Secundina. También opinó sobre los cambios sociales que vivió desde su lugar de trabajo y resaltó que “ahora hay muy poca educación, la gente de antes era más respetuosa además de laburadora, en estos días veo que casi no hay una cultura del trabajo, las mujeres no cuidan a sus hijos, las familias no se escuchan, no se hablan. Cuando arranqué acá yo tenía que cuidar a mis hijos, llevarlos al colegio, darles de comer y encima trabajar todo el día, hacer todo eso y más, ahora las madres ya no son como antes”.
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