En la era de la adicción a internet, las redes sociales y la ansiedad digital, cada vez son más las personas que optan por algo radical: “desconectarse” de todo. Y el abanico de opciones para hacerlo es cada vez más amplio.“Desconectar para reconectar” es el lema de Digital Detox, una de las organizaciones que inició el movimiento en San Francisco (EEUU), en 2012, justo un año antes de que el Diccionario de Oxford incluyera por primera vez el término digital detox entre sus páginas.Su fundador, Levi Felix, trabajaba sin descanso 70 horas a la semana en una startup, hasta que fue hospitalizado en 2008 por agotamiento. Poco después, cambió su computadora por una mochila, se fue con su novia a viajar por el mundo y se mudó a una isla remota en el sudeste asiático.La experiencia le abrió los ojos y le inspiró a crear su empresa -dos años y medio y quince países después- para organizar retiros de yoga y meditación que ayuden a la gente a desconectar de la tecnología.Desde entonces, el número de iniciativas con ese mismo propósito no ha dejado de crecer.Un descanso digital: al menos tres días“Vivimos en un mundo cada vez más digitalizado”, dice a la BBC Martin Talk, fundador de Digital Detoxing, una compañía con base en Reino Unido que “ayuda a la gente a encontrar un equilibrio más saludable entre las tecnologías digitales y el mundo no digital”.Martin organiza “descansos digitales” para que sus clientes puedan ausentarse del universo tecnológico durante un tiempo y curarse de su adicción digital, “normalmente por un mínimo de tres días”.“La gente necesita tiempo para adaptarse”, asegura. “La reacción inicial es el horror de tener lejos el teléfono o efectos como la ‘vibración fantasma’ en el bolsillo, que les hace pensar que el aparato está sonando aunque no esté ahí”.Sin embargo -y pese al sufrimiento inicial- Martín dice que, a medida que avanza el proceso, la gente comienza a sentirse “mucho más relajada”.“Muchos lo describen como una profunda bocanada de aire fresco. Se sienten más comprometidos con el mundo que les rodea”, comenta el especialista.Retiro de silencio: diez díasCarla -una joven española residente en Holanda- vivió una experiencia similar hace apenas un mes en Myanmar.Durante diez días, desconectó por completo el teléfono y las redes sociales y participó en un retiro de silencio en un monasterio budista, alejada de la tecnología, con el único propósito de meditar y “reconectar” consigo misma.“Los cinco primeros días estuve haciendo las maletas para irme. Fue duro. Pero no abandoné y decidí vivir la experiencia hasta el final”, le contó a BBC Mundo.Por norma general, este tipo de retiros no pueden hacerse por menos tiempo. La experiencia implica levantarse todos los días a las 4 de la mañana y meditar dos horas, desayunar, meditar en grupo, comer, y meditar hasta el final del día (e irse a la cama sin cenar).Pero ¿cómo es volver al “mundo digital” después de una experiencia de este tipo?“Me sentí rara al principio, como si me faltara algo; como si no estuviera conectada con el mundo”, dice Carla.“Usar el teléfono móvil de nuevo fue lo más extraño. No estaba segura de querer engancharme de nuevo y me costó. Pero creo que más gente debería hacerlo para aprender a controlar el hábito”.Carla habla del retiro como una experiencia dura, pero que no se arrepiente de haber vivido.Terapia de desconexión: al menos seis mesesMarc Masip, psicólogo y director del Instituto Psicológico Desconecta, en Barcelona, le dijo a BBC Mundo que “es muy difícil desengancharse [del teléfono y las redes sociales] pero muy fácil volverse a enganchar”.Masip dice que la “intoxicación digital” se trata como cualquier otra adicción, aunque en este caso no hay sustancias vinculadas a ella, sino conductas.Y subraya que cada caso es diferente, pero se necesitan al menos seis meses de tratamiento cognitivo-conductual de cambio de hábitos para que sea efectivo.“En realidad, no se trata de cuánto tiempo de terapia se necesite. No se trata de dejarlo sin más, sino de averiguar por qué existía esa adicción y qué conflictos ocasionaba”.Su programa incluye campamentos de desintoxicación con deportes, meditación y sesiones psicológicas.“Al principio, los pacientes nos dicen que tienen ansiedad, pero después se sienten relajados. Mejoran todos los aspectos de la vida, desde el trabajo hasta las relaciones sociales”, explica Masip.“Es necesaria la concienciación social, darnos cuenta que tenemos un problema y hacer un plan individualizado para cada persona. Hay un perfil de adicto y una hoja de ruta, pero cada caso es diferente”.Lo difícil, dice Masip, es darse cuenta de que existe una adicción.Hacerse a la idea: un díaFrances Booth, especialista en desintoxicación digital y autora de “La trampa de la distracción: cómo concentrarse en un mundo digital”, dice que necesitamos desconectar del mundo digital por razones de “salud y productividad”.“Mucha gente está estresada y abrumada por exceso de información y sufre por la demanda de estar constantemente conectada. Necesitamos lograr un mayor equilibrio”, le contó la periodista a BBC Mundo.Booth señala que hacer una desintoxicación digital “puede ayudarte a recuperar el equilibrio y, cuando vuelves al trabajo, eres más productivo”.Pero ¿cuánto tiempo se necesita?“Es increíble la diferencia que puede hacer simplemente un día sin estar constantemente conectado”, asegura la escritora.“Te haces una idea de tener tiempo para otras cosas y de pensar sin interrupciones constantes”.Y, para darse cuenta de si uno lo necesita, recomienda hacerse la siguiente pregunta: “¿Eres capaz de bajar a la tienda de la esquina de casa sin llevar encima tu smartphone?”.Tanya Goodin, fundadora de la firma especializada en desintoxicación digital “Time To Log Off” (Hora de desconectarse), en Londres (Reino Unido), dice que “incluso una hora o dos son suficientes para ‘reiniciarse’ y calmar la mente de la estimulación digital constante”.“Pero para lograr mejores beneficios (sobre todo, un mejor descanso) recomendamos 24 horas”, le cuenta a BBC Mundo.En sus retiros especializados, Goodin asegura que mantienen alejados de sus huéspedes “todos los dispositivos digitales” y los almacenan en un lugar aparte, bajo llave.Pero no hace falta irse a un retiro para hacer una desconexión digital.“Si lo haces desde casa, debes poner todos tus aparatos en un cajón o en un armario cerrado. ¡No trates de desconectar del mundo digital con tus smartphones y laptops a la vista!”, recomienda Goodin.Y, para que sea efectivo, debes “apagar por completo tu teléfono, tableta, computadora y cualquier otro aparato digital, lo cual implica no conectarse a las redes sociales y retirarse por completo (de manera temporal) del mundo digital”.¿Aún no sabes si deberías
hacerlo?Goodin ofrece el siguiente consejo: “Si notas que tienes falta de sueño y que te cuesta concentrarte, que tu estado de ánimo decae siempre que usas las redes sociales, una desintoxicación digital te resultará, sin duda, de gran ayuda”.“Llevo un año desconectado de internet y no echo de menos nada”Es difícil dar con ellos, muy difícil. No tienen WhatsApp, odian Facebook, no sienten la más mínima traza de amor por Instagram, no quieren ni oír hablar de Twitter, no hay rastro de ellos en internet, algunos no poseen siquiera un mail y, los que lo tienen, lo abren solo muy de vez en cuando…Son los “desconectados”, una nueva tribu urbana compuesta por personas que han decidido vivir off-line. Un pequeño ejército nada ruidoso que casi siempre pasa desapercibido pero no deja de crecer.Se los puede reconocer porque allá donde vayan suelen ser los únicos que no están pendientes del teléfono móvil. De hecho muchos no tienen y, los que sí, llevan viejos celulares de esos que sólo sirven para hacer o recibir llamadas.“Hartos”Los hay que han dicho adiós se dieron cuenta que se estaban convirtiendo en adictos. Otros huyen porque estaban hartos de la vida virtual y deseaban recuperar la real. Y hay quienes se desconectan por motivos ideológicos, porque no les gusta la filosofía que transpira internet.No faltan los que la esquivan en nombre de la privacidad, porque no quieren que sus datos circulen por ahí… Hay de todo.Enric Puig Punyet es uno de ellos. Este español de 36 años, doctor en Filosofía, profesor, escritor, artista y líder de la banda de música indie Plexyglas es un desconectado. No sólo eso: el asunto le interesa tanto que ha escrito un libro -”La gran adicción”, publicado en España por la editorial Arpa- en el que recopila casos de personas que, deseosas de recuperar el contacto directo con los demás y consigo mismas, han decidido desconectarse.¿Cuánto tiempo llevas desconectado?De redes sociales, un año. Sin smartphone, medio.¿Por qué decidiste desconectarte?Para escribir mi libro “La gran adicción” tuve que ponerme en contacto con personas que, por distintos motivos, decidieron desconectarse completamente de internet. A través de ellas me di cuenta hasta qué punto la hiperconexión a la red puede ser perjudicial para nosotros, y decidí abrazar su filosofía tanto como me fuera posible.¿Pero es posible vivir desconectado? ¿No te limita profesional y socialmente?Es posible sólo en algunos casos. Y deseable también sólo en algunos casos. Para la mayoría, la desconexión debería ser un ideal irrealizable que nos sirviera para estar alerta, para hacernos constantemente preguntas acerca de cómo nos conectamos, cuándo y por qué.¿Qué es lo que te parece tan perverso de internet para haber decidido darle la espalda?La internet participativa, que mayoritariamente es la modalidad en que lo estamos viviendo, busca nuestra dependencia. Al tratarse casi en su totalidad de plataformas vacías que se nutren de nuestro contenido, interesa que estemos a todas horas conectados.Esta dinámica la facilitan los teléfonos “inteligentes”, que han provocado que estemos constantemente disponibles y nutriendo a la red. Este estado de hiperconexión conlleva sus problemas, los que estamos empezando a ver. Nos resta la capacidad de atención, de proceso en profundidad e incluso de socialización.¿Creés que internet subyace alguna filosofía o ideología? ¿No es un medio neutro que simplemente facilita la comunicación?A menudo se dice que internet es una herramienta neutra y que depende de cómo la utilicemos. Esto es una simplificación. Supone no entender que detrás hay una ideología y una historia. En el último capítulo de esta historia, que se remonta al año 2000, emergió un modelo de negocio cuyas ganancias dependen del tiempo que pasemos los usuarios en internet.Las plataformas y aplicaciones que han surgido desde ese momento se han configurado bajo esa premisa, lo que las aleja de esa falsa idea de neutralidad.¿Has tenido alguna vez la impresión de que los demás te ven como un extraterrestre por haber decidido vivir desconectado?Cualquier acto de desconexión, ya sea total o parcial, debería entenderse como una medida de resistencia que desea compensar una situación que se encuentra descompensada. Personalmente, me encargo de que en mi círculo se perciba así.Quienes me rodean saben que comunicarse conmigo les comporta cierta limpieza digital, un espacio en el que lo físico y lo presencial vuelven a ser importante. Se trata de hacerlo ver como un beneficio y no como una pérdida.¿Te costó mucho lograr desconectarte? ¿No has sufrido síndrome de abstinencia?Yo no lo he padecido porque fue una desconexión gradual, y cada paso era una respuesta a las preguntas que indirectamente me iban planteando personas que habían logrado con éxito la desconexión.En muchos de esos casos, sin embargo, fue una tarea ardua, lo que demuestra una vez más el grado de dependencia que estas tecnologías nos han llegado a generar.¿Qué es lo más duro cuando se desconecta?Darse cuenta que la pérdida en cantidad de comunicaciones se compensa con la calidad. Y vencer ciertos automatismos que nos han llevado a perder capacidades tan dispares como la improvisación, la apreciación del silencio o la orientación.Hay que ser capaz de recuperar estas facultades y entender que en su recuperación está la riqueza de la desconexión.¿Qué es lo más gratificante de la desconexión?La recuperación de la atención. Sólo una lectura a la vez, sólo una conversación a la vez. La multitarea, que es uno de los dogmas sobre los que se sustenta la digitalización, es una idea falsa. A lo que nos lleva es a reducir la intensidad de nuestras acciones y nuestras percepciones a costa de poder hacer varias a la vez.¿Has tenido recaídas?Ninguna. Lo que me propuse, que es utilizar internet cuando yo lo precisara, sin caer en sus garras, lo he cumplido.¿Echas algo de menos?No echo nada de menos. Utilizo internet para muy poco. Básicamente para el correo electrónico, para buscar cierta información y para comunicarme con mis alumnos, puesto que soy profesor en la UOC, una universidad en línea.Si en algún momento lo necesito para algo más, ampliaré mi uso. No soy ningún dogmático. Simplemente, he valorado y he decidido marcar unos usos concretos que se adaptan a mi situación y palian algunos inconvenientes.¿Crees que en los próximos años el número de personas que decidan desconectarse aumentará?Efectivamente, porque habremos pasado los primeros años de enloquecimiento por lo que nos ofrece y lograremos un estado de madurez.En ese estado, tan legítimo será el discurso de alguien que opte por pasar mucho tiempo en internet como otro, contrario, de quien decida pasar muy poco tiempo ahí. El estado de madurez se caracterizará por no ver sólo las ventajas de internet, sino también sus inconvenientes. Y entonces posturas contrarias podrán coexistir sin problemas.¿Crees posible que internet deje algún día de ser omnipotente y omnipresente?Creo que la internet participativa se transformará. El gusto por compartir la vida privada ir&aa
cute; diluyéndose, y se sustituirá por usos de la red más profesionales o pseudoprofesionales.De hecho, esto lo estamos viendo ya. Esta nueva forma también tendrá sus problemas, muy vinculados a las nuevas formas que tomará el mundo laboral. Deberemos estar atentos a los problemas que nos generará. Ante todo, nunca dejar de preguntarnos por qué hacemos lo que hacemos.¿Puede tanta gente estar equivocada?No es cuestión de estar o no equivocados. Gran parte del atractivo de las tecnologías digitales está diseñado por compañías que desean nuestro consumo y nuestra continua conexión, como sucede con tantos otros ámbitos y, en general, como es la base del consumismo.El problema es que, por la historia particular que tiene internet, se ha caracterizado como servicio público y este otro elemento, que ya debería ser evidente, ha quedado sepultado bajo el discurso de que internet es una herramienta al servicio de las sociedades.¿Qué argumentos emplearías para convencer a alguien de desconectarse?No querría convencer a nadie. Solo que escuchara el discurso de los desconectados como una voz que conviene tener en cuenta y que quizá contribuirá a que se cuestionen ciertos comportamientos que han automatizado.Muchos no conciben su vida sin internet…Creo que haber vivido o no sin internet no es un elemento importante a la hora de apreciar las ventajas de la conexión.En cambio, la ventaja de las generaciones más jóvenes es que nunca se han visto hipnotizadas por las novedades de las tecnologías digitales. Para ellos, es una realidad más, que se puede aprovechar o desechar según convenga.Fuente: BBC Mundo
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