El sudeste asiático es el paraíso de la comida de venta en la calle. A cada paso, un sinfín de variedades, olores y colores se impregnan en las retinas y en la nariz. Hay de todo y para todos los gustos. Y como dicen que en la variedad está el gusto, tendrá que ir descubriendo por su propia cuenta cuáles son los sabores que mejor le van. Si quiere llevar la experiencia al extremo, podrá incluso degustar algunas serpientes, cucarachas de agua, tarántulas, escorpiones, gusanos o grillos fritos. Tanto las serpientes como los escorpiones los ofrecen en palillos. Mientras que los otros insectos se comen como snacks. Yo no los probé, pero dicen los corajudos que el sabor es agradable. Son muy pocos los occidentales que se atreven. Sus principales consumidores son los mismos lugareños o turistas orientales, más familiarizados con la cuestión de llevar al asador a todo bicho que camina. Un escorpión o víbora generalmente cuesta, por ejemplo en Tailandia, unos 50 baths, algo así como 22 pesos. En algunos lugares vendían ranas asadas (sin vísceras pero con cabeza) a unos $25. Si no compra, no dejarán que les saquen fotos, a menos que les den algunas monedas. Los vendedores están cansados de los turistas curiosos que sólo miran y fotografían su mercancía, pero no se la compran. Admito que este tipo de platillos me generaba repulsión. No podía dejar de pensar que la mayoría de estos bichos habrán sido cocinados vivos. Más allá de lo llamativo y exóticos que nos pueda parecer, resultaría muy injusto reducir a esta cuestión el tema de la comida en Asia. Nada se desperdiciaOtra cosa que me llamó la atención es la manera en que aprovechan hasta las pezuñas de los animales que consumen. Nada se desperdicia. Supongo que por una cuestión cultural y también por necesidad, cada parte es utilizada en alguna preparación culinaria. Es común ver colgadas en los puestos ambulantes las cabezas o las patas de las gallinas, con las cuales hacen caldos. Así también hay cabezas de pescados disecados y caracoles. En algunos locales mejor instalados se puede elegir entre peces vivos que serán matados frente suyo y llevados al fuego. También verá cangrejos moribundos que luchan por zafarse de los hilos con los que los atan, los cuales pasarán directamente a cocción. Y así, un sinfín de variedades más. La verdad es que a muchas personas les desagrada este tipo situaciones por considerarlas muy crueles. Pero lo cierto es que cuando viajamos debemos entender cada cosa en su contexto y en su cultura, sin sacar demasiadas conclusiones. Luego cada uno actuará en consecuencia. Por suerte, las opciones vegetarianas son igualmente abundantes y sabrosas. Los habitantes del sudeste de Asia parecen fanáticos de la comida al paso y sus calles siempre están repletas de carritos y puestos que venden de todo. En Tailandia hay un plato que se convirtió en la estrella y es el preferido de los turistas de bajo presupuesto: el Pad Thai. Se trata de un salteado hecho con fideos, huevo, pimientos, vegetales, alguna salsa y pollo o cerdo, de acuerdo al gusto de los comensales. Es muy común observar los carritos ambulantes con montañas de distintos tipos de fideos para que la gente los elija. El valor del plato no va más allá de un dólar. En un restaurante su valor se duplica o triplica pero, aun así, sigue siendo económico y suculento. Lo encontrará en casi todos los países de la región, aunque con diferentes nombres. Otras opciones al paso Otras opciones son los postres y batidos. En todas partes venden licuados o frutas de estación, trozadas. Suelen ser económicas y ricas. Una bolsita con mango o ananá puede costar unos 25 o 30 baths, es decir, poco más de 10 pesos. En Camboya un licuado en las zonas turísticas lo venden a un dólar (su economía está dolarizada). Los preparan con las frutas que uno elija y le agregan leche condensada. Claro que, en muchos casos deberá omitir algunos detalles, como el agua que utilizan o la higiene del proceso de preparación. En algunos puestos vi que en las preparaciones usaban agua de cocos, a los que los parten frente al comensal. Pero no siempre era así. De todos modos, es casi inevitable no consumir el agua del lugar, aunque sea de manera indirecta por el hielo que utilizan para enfriar las bebidas.Así son las calles del sudeste asiático, una inagotable mixtura de sabores donde se cumple al pie de la letra aquello de que “todo bicho que camina va a parar al asador”.Por César CucchiaroniPeriodista
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