(Artículo publicado el 8 de marzo de 1992 en la sección "Primera Edición en el Interior")De la sabiduría popular, esa que se amasa con experiencia e intuición, surgen los dichos y proverbios que, traducidos a todos los idiomas, adquieren casi fuerza de ley. Y uno de esos dichos, nacido en España y difundido por todo el planeta, habla de la capacidad y coraje que suele tener la mujer cuando lucha por concretar su anhelo. Afirman los que "saben" que "cuando la mujer quiere, Dios también quiere".Quizás no sea exactamente así. Pero que "ella" juega un papel importante en la historia de la humanidad, es un hecho irreversible. Y aquí, en Misiones, desde sus orígenes, la mujer estuvo presente, apuntalando a su hombre, a la familia, al progreso. Estuvo -y está- luchando "para sacar adelante a sus hijos", "ponerle el hombro" al compañero y también ayudar a aquel que más necesita.En esta página dedicada a reflejar la realidad del interior, y como un homenaje al Día Internacional de la Mujer, nos referiremos hoy a "nuestra" mujer misionera.En primer lugar, a esa de tez cobriza y ojos renegridos que supo de la existencia libre en la selva, junto al agua que corre (corría) cristalina, poblada de peces. Era -entonces- la convivencia armónica con todo lo creado. Y ella, respondiendo a la vieja tradición, mantuvo el fuego encendido, cuidó de sus hijos, cultivó la tierra, tejió canastos y acompañó a su "caraí" sumisamente en pos del destino ya marcado de antemano.Después, su mundo de selva y río se fue achicando. Llegaron los hombres, mujeres y niños de piel blanca, hablando idioma incomprensible, queriendo Imponer costumbres distintas y cercando la tierra. Fue una retirada hacia la espesura, silenciosa, humillante. Y los árboles empezaron a caer, "todos" sin excepción. Y las armas de fuego atronaron en los montes, matando indiscriminadamente a los "bichos".El paisaje se fue transformando, se abrieron más y más picadas y por ellas fue entrando lo que los gringos llamaron "progreso". Y ella, cargando a los hijos pequeños, detrás del marido, se fue adentrando en el monte espeso, oscuro.Hubo, claro que sí, tentativas de trabajar con los recién llegados. Pero en el choque de las dos culturas, el más débil sucumbió. Por eso, para no perder totalmente su identidad, se fueron retirando y fueron exiliados en sus propias tierras: extranjeros en la región donde nacieron y donde duermen su sueño eterno los antepasados."Nuestra tierra sagrada -tierra de Dios- fue mancillada", explicaron a la cronista allá en "El Pocito" de Capioví, mientras su ágiles manos tallaban la madera para crear a los "amigos" (lechuzas, tucanos y coatíes) que van desapareciendo.Y mientras los hombres hablaban y tallaban, "ella", con su mirada triste, atizaba como antes, como siempre, el fuego junto al ranchito. En tanto que otra tejía un saco con lana que le habían regalado "la gente de Irma Prestes".Sobreviviente del naufragio de ese choque de dos culturas, la mujer indígena -cabe recordar- es la raíz que nutrió y nutre a la población misionera. En los últimos años, empezó a ser respetada por autoridades y vecinos, pero aún no es suficiente.Tristes recuerdosTampoco fue fácil la vida de la mujer que, desde otras latitudes, llegó a nuestras tierras. Todo le fue extraño y a la nostalgia de la patria lejana, se sumó el esfuerzo sobrehumano que le exigió el imponerse al medio.En conversaciones largas mantenidas con ancianas de ojos claros, casi transparentes, la emoción y la angustia se actualizaba. "Cuando llegamos todo eso era monte, lleno de animales salvajes. Pero más peligrosos y dañinos que esos animales eran las hormigas y la langosta"."Para alejar a las hormigas de los cultivos -contaba María Gerula- teníamos que buscar las hojas que más le gustaba a esa plaga, juntarlas y darles de comer a distancia de la chacra. En cuanto a la langosta… contra ella no había remedio. Hasta se comían las sábanas con las cuales queríamos proteger la huerta".El silencio se vuelve pesado y los ojos se ensombrecen. Luego de una corta pausa, retoma el hilo: "Yo vine de Ucrania con mis padres y hermanos y todos los chicos sufrimos mucho. Había que trabajar duro y mi padre no aflojaba. Mamá se pasaba llorando porque extrañaba a su familia. Después me casé y seguí laburando más que el hombre, pues había que ayudar en la chacra, cocinar, criar los hijos y también cortar las tablas para la casa".Otras ancianas de origen alemán contaban historias similares: "Venimos del Brasil y nos pasamos todo el tiempo en la chacra. Recién cuando mis hijos empezaron a ir a la escuela yo fui aprendiendo el castellano y eso me permitió comunicarme con otras personas".También los ojos de la "oma" se ensombrecen al referirse al ayer y solo recuperan su brillo cuando habla de los nietos, esos que -gracias a Dios- tienen una vida mucho más linda que la que tuvimos nosotros.Crisol de razasMás allá del Océano, el llamado "fenómeno Misiones" es investigado por gente sesuda que se adentra en la antropología y sociología. En Amsterdam, Holanda, existe un Instituto que ha llenado páginas respecto a "nuestra" realidad. Al parecer somos un caso único a nivel mundial y asombramos porque en "territorio tan reducido, y en perfecta armonía, convivan tantas nacionalidades".Y es verdad. Aunque no fue fácil, ni para los primeros habitantes de estas tierras ni para aquellos que vinieron a poblar Misiones, adaptarse y crecer juntos, lo cierto es que estamos conformando el tan mentado "crisol de razas". Recorrer los caminos del interior -especialmente para los turistas- es una permanente sorpresa. Niños rubios y morenos, luciendo guardapolvos blancos, concurren a las escuelas, olvidados (por suerte) de las dlferencias que separaron a sus abuelos. Rubios y morenos -adultos- trabajan y conviven en forma natural, participando de las mismas penas y alegrías en su actividad cotidiana. Ayer, en Oberá, la otrora Capital del Monte, PRIMERA EDICIÓN dialogó con numerosas mujeres, especialmente con un grupo de hermosas jóvenes. La intención era conocer cómo piensan y sienten esta realidad "nuestra". Y, sobre todo, de qué modo pretenden modificarla. La primera interlocutora fue Sara Serdiuk de Zecchini, directora de Turismo de la Municipalidad. De palabra fácil y mucha fuerza, habló de proyectos, mostró planos y expresó su satisfacción "porque la comunidad ha empezado a tornar conciencia de la importancia del turismo". Es viuda, madre de jóvenes universitarios y considera necesario compartir la belleza que tenemos. Pero insiste en la infraestructura, en los servicios. Su actividad es intensa, pero no se cansa. Junto a ella estaba Ada Venchiarutti, docente, ex directora de Cultura y actual secretaria académica de la Facultad de Artes. También ella tiene hijos estudiantes (Carolina es reina de los Estudiantes de Oberá y Miss Slmpatía a nivel prov
incial y candidata por Oberá al cetro nacional del Té). A pesar de los problemas cotidianos, demuestra firmeza en su voz, en su gesto… Tamara Serdiuk es reina del Inmigrante y la charla con ella se realiza en el Salto Berrondo. Es hermosa por fuera y por dentro (no se da con frecuencia esta conjunción, pero aquí sí). A la pregunta de quiénes son sus "ídolos" responde sin hesitar: Gorbachev y Gandhl. El primero, por haber logrado encauzar su país hacia su verdadero destino. En cuanto a Gandhi, "por esa demostración de que sin violencia se puede lograr el objetlvo". Violeta Nestor, de grandes y expresivos ojos, reina de los Estudiantes 1989, habla de su optimismo: "Creo en América Latina y en la integración de los pueblos". Le preocupa la pobreza y también "que nos alejemos de nuestras raíces". Ama la música argentina y le fastidian "las porquerías que nos mandan por TV los países del primer mundo". Escribe un libro que tituló "El ayer fue nunca" ("algún día lo voy a publicar") e insiste en que "todos debemos participar para que el mundo y la humanidad mejoren". Andrea Maccari cumplió 16 años y habla con mucha seriedad -y preocupación- del agujero en la capa del ozono. "A partir de la clase de geografía del año pasado, cuando tratamos el tema, comprendí que todos debemos unirnos para vencer las dificultades". Isabel Mazur, primera reina nacional del Té, no se queda atrás. Su ídolo es Teresa de Calcuta. Le preocupa que los misioneros "no sepan valorar lo que tienen". Por su parte,Andrea Daura, reina de la Colectividad Escandinava, trabaja con su padre y considera que el amor y el respeto deben marchar juntos para que el mundo se transforme.A pesar de su físico "infartante", ninguna de esas hermosas muchachas demostró frivolidad. Todas coincidieron en que "somos optimistas, tenemos esperanza pero sabemos que eso no es suficlente". En esta fecha tan especial, difundimos este mensaje a todos nuestros lectores y desde aquí, saludamos a cada una de las mujeres de Misiones, deseándoles que "cada día sea mejor que el anterior".
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