Sobre General Alvear (Corrientes), el cielo este lunes se viste de fiesta. Es que allí se encontrarán Isaco Abitbol y la periodista Pamela Elizalde. Ella recordará, como lo hizo durante muchos aniversarios, la partida del “Patriarca del Chamamé” de esta tierra, de la que se cumplen ya 23 años, y él tocará para ella como obsequio de cumpleaños. Es que allí la vida reunió a dos grandes que dedicaron su existir a llenar a quienes estaban a su alrededor.Desde aquel 6 de marzo de 1994, cuando "’La calandria’ madre cesó su vuelo y dejó que otras cientos renacieran en fuelles del mundo entero" ya no fue lo mismo, en el corazón de “Pame”, como muchos conocieron a la rubia de bella sonrisa que supo dejar su huella en este diario, un dejo de nostalgia por haber despedido a este vecino, de “pocas palabras y mucha música” que un día con su bandoneón conquistó al pueblo, un dejo de nostalgia ocupaba su espacio, aunque pequeño, porque sabía que él volvía, simplemente porque es “eterno chamamé”.Por eso, cómo no recordar a un referente de la época de oro del ritmo litoraleño en palabras que ella empleó alguna vez para homenajearlo o que, simplemente, en su labor periodística, rescató de quienes compartieron su tiempo y su espacio con él. “Con el permiso de los presentes se descalzaba, arremangaba su pantalón y pisando tierra hacía viajar a todos al vuelo de ‘La Calandria’ y de otras magníficas creaciones. Sencillo, auténtico y de espíritu libre, ‘Isaquito’ vivió a su manera y supo dejar huellas imborrables en la música del Litoral”, escribió alguna vez.“Se reunía a tocar en el bar de la plaza 9 de Julio, donde hoy es la Biblioteca, la gente paraba a escucharlos y depositaban unos pesos en la silla. Y una vez, unos chicos que tendrían diez años estaban sentados, descalzos, en el cordón de la vereda escuchándolos y al terminar, don Isaco juntó lo que había en la silla, le dio a los chicos y les dijo que fueran enfrente, a la tienda de don Quesús, a comprarse un par de zapatillas. Estas cosas hablan de lo grande que fue él como persona”, contó René Guillermo en otra ocasión.Otra anécdota narra que don Isaco, igual que Pamela, tenía un gran respeto por la vida y la naturaleza y en cada lugar donde iba se hacía amigo de un perro, tal como ella; y fueron muchas las ocasiones en que estos “seres”, con pinta de bonachones compasivos detuvieron su marcha ante un animalito abandonado.Incluso cuentan, casi como una leyenda, que “en el velatorio de Abitbol, en el Teatro Juan de Vera, en Corrientes Capital, un perro se acercó, lamió el pelo y la mano de Isaco, quedó un rato a un lado del ataúd y se fue”.Los cuerpos de estos amantes de la música, que en su paso por la vida descifraron el incalculable valor de la amistad en tanta gente, que hoy los recuerda como verdaderos tesoros, en su preocupación por los animales, sobre todo los abandonados, descansan en su querido Alvear, sus almas estarán mañana en cada acorde que un bandoneón deje escapar, porque así fue como pidieron que se los recuerde.Amiga y hermana del almaPamela, mujer de mirada pacífica y sonrisa brillante. Un ser que irradiaba luz, tanta que su recuerdo seguirá iluminando la vida de todos los que tuvieron la fortuna de conocerla. Mujer, madre, hermana, esposa, hija y amiga, todo reunido en una persona maravillosa.Tuve el privilegio de que me considerara su amiga, su hermana, su familia. Me enseñó mucho más de lo que ella se podría imaginar. Solidaridad, bondad, perdón, vida, amor.Amor… De su mano esa palabra tomó una dimensión inimaginable. Me lo enseñó incluso en el momento más difícil. Aquel cuando su mirada pacífica había adquirido la fuerza de la sabiduría y la certeza de que hay pasos inevitables, dolorosos, pero no por eso se debe bajar los brazos. Me enseñó lo que es luchar hasta el final. Amiga… hermana… nos hacés falta, mucha falta, a todos los que te amamos, que somos muchos más de los que sea posible contar. Me faltan tus abrazos, esos que tenían el poder curador de reiniciarme, dejando todo lo malo atrás. Jamás te diremos adiós, porque jamás te irás, porque el amor que nos diste es más grande que la muerte misma y SIEMPRE VIVIRÁS en nosotros. G.L
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