Como les decía el domingo pasado, todo es energía, esa es la naturaleza del poder y es la energía de la Mente Divina del Padre de la cual somos poseedores al haber sido creados a Su imagen. Este conocimiento les ayudará a aplicar en su vida diaria los siguientes conceptos. Si el ser humano admite la existencia de algo que lo sostiene, de una energía sustancial que le da vida porque reconoce que sin ella la materia no es nada más que masa inerte y que él no es capaz de crear vida, por más avances que haya hecho su ciencia, entonces aceptará que existe algo más allá de lo que su raciocinio pueda explicar y aceptará la existencia de una inteligencia superior a la que puede llamar Dios.Dijimos también que somos seres de luz, por lo tanto la sustancia que nos sustenta es de esta misma naturaleza, o sea que los pensamientos-sentimientos son luz al igual que la fuente que nos provee.Al aceptar esto, podemos decir que el pensamiento es una sustancia energética inoculada en nuestra mente por Dios. Dicha sustancia, que es a su vez lumínica, oscilará entre dos polos y es nuestra voluntad la que ubicará este fluido en el gradiente correspondiente de acuerdo al grado de discernimiento alcanzado en nuestro crecimiento.La voluntad está vinculada al sentimiento, el cual, al igual que el discernimiento, también se desarrolla al crecer, pero la voluntad está bajo el dominio de la decisión, mientras que el sentimiento no.Si bien eres tú quien decide y tu voluntad la que te permite ejecutar, es muy tenue la diferencia de roles, pues ambos están íntimamente relacionados y trabajan influenciándose el uno al otro, pero es la voluntad la que se puede moldear a conveniencia, reforzarla, acrecentarla al ir tomando conocimiento y dominio de ti mismo hasta reconocerte como Ser Divino que Eres, y entonces llegar a tomar el control de tus decisiones.Es por esto que la voluntad es una fuerza. Es la fuerza que motiva a caminar, a caerse, a levantarse, a hablar, a callarse, a andar por la vida. En definitiva es la fuerza que ubica el pensamiento del hombre entre el polo divino y el polo humano.Cuando sepas manejar la fuerza de tu voluntad y hacerla oscilar en lo divino, como consecuencia, no sólo obrarás como tal, ya que tus actos tendrán la perfección del Ser, sino que tus pensamientos serán y tendrán la perfección y la fuerza de los del Padre y crearás con ellos para ti, el mundo que tú quieras, que es el que Dios quiere para ti.Entonces, al llegar a ti el pensamiento tendrá la fuerza de Quien lo envía y serás tú, con tu decisión, quien lo tomará o por desidia lo dejarás discurrir tontamente en cosas vanas sin utilizar la fuerza intrínseca que él posee. O por ignorancia utilizarás esa fuerza en cosas negativas, incluso la dirigirás inconscientemente hacia ti mismo. Directamente hacia ti cuando pienses por ejemplo, en lo malo que podría ocurrir o indirectamente cuando la uses para transgredir Leyes Universales. Luego las consecuencias de dichas transgresiones volverán invariablemente a ti, ya que todo lo que va vuelve, por esa Universal Ley del Péndulo a la que nada escapa, y una fuerza lanzada al Universo debe volver al punto de partida multiplicada en su misma naturaleza.Si por el contrario, con tu voluntad y discernimiento acrecentados, decides “escuchar la voz” de tu ángel bueno, comenzarás a emplear dicha fuerza para construir, para crear. Así como un arquitecto crea en su mente, lo que luego plasma en el plano y con el tiempo lo materializa, de igual forma deberás tú trabajar con tus pensamientos.Practica con las cosas simples: imagina algo que desees con todo tu corazón; que en tu deseo sólo haya la intención de crear belleza y perfección para todos. Haz tu imagen mental como si fura una pantalla, que sea lo más real posible, colores, olores, sensaciones; entonces tus deseos se harán Uno con los del Padre que es el Creador de todo lo creado. De esta manera te crearás a ti mismo con todas tus grandezas, con todas tus debilidades y luego crearás el mundo que te rodea.En la medida en que tus pensamientos se vuelvan rectos, mayor poder adquirirán. Piensa en todo ese poder que por Amor, Dios te ha otorgado, es tu sustancia y tienes el libre albedrío para decidir qué hacer con esa fuerza y que se vuelva una o Uno cuando por tus obras, “por las cuales te reconocerán”, te unas a Él.ColaboraGraciela del CarmenZaimakis de AbrahamEscritora
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