No hay familias perfectas pero sí familias sanas. En una familia sana, sus miembros aprenden a trabajar en equipo. Cada uno tiene sus actividades, sus objetivos, sus horarios. Pero todos colaboran en las tareas y también participan en alguna actividad en común que los reúne, ya sea que se trate de comidas, vacaciones o diversión.Otro rasgo que caracteriza a una familia sana es que sus miembros dejan de hacer aquello que al otro le molesta. Dicha actitud evidencia el respeto hacia el otro. Cualquier cosa que exaspere a un integrante de ese equipo que es la familia (siempre y cuando se trate de algo razonable), debería ser evitado por los demás en su presencia. Por ejemplo, la música a todo volumen cuando la persona se dispone a dormir una siesta.Un elemento que no puede faltar en ninguna familia es el amor incondicional. El amor no consiste en un sentimiento, ni en romanticismo. Es mucho más que eso. El amor es una energía poderosa que puede transformar situaciones e individuos. El amor es poder.Pero en toda relación interpersonal que emprendamos, necesitamos saber que, aunque soltemos el poder del amor incondicional (el que da sin esperar nada a cambio), podemos ser lastimados. Es decir que amar a alguien siempre implica un riesgo. Aun así, amar siempre vale la pena.En la familia tenemos que soltar el 100% del amor. Algunas personas, por circunstancias adversas que han vivido en su infancia, cuando forman su propia familia, solo se animan a soltar una parte del amor. Otras directamente deciden no amar, por temor a sufrir.En esta vida todo va y viene pero lo único que nunca deja de ser es el amor. Por eso, aunque no nos hayan amado como esperábamos, aunque nos hayan infligido dolor emocional, nunca deberíamos dejar de expresar el amor que llevamos adentro. Sobre todo, en la familia. El amor incondicional es altamente sanador.Si sos papá o mamá, practicá el hábito de decirles a tus hijos que los amás a diario. No basta con hacer cosas por ellos; también necesitan escuchar que son amados, deseados, valorados, respetados. El amor que se expresa en acciones y palabras es el mejor antídoto contra la toxicidad.Otro hábito que deberíamos cultivar los padres a menudo es el de ser sembradores de buenos recuerdos. Está bien dejarles una herencia material a nuestros hijos, pero mucho mejor es dejarles los mejores recuerdos que los sostendrán en tiempos de dificultad. ¿Qué estás sembrando en tus hijos? ¿Qué estás sembrando en tus padres y hermanos?Dejemos de mirar a la familia de al lado y aprendamos a valorar a la nuestra. El cambio comienza por uno mismo. Muchas veces esperamos que mamá sea más comprensiva, que papá nos preste más atención, que mi hermano/a sea más generoso/a… pero nos olvidamos de mirar hacia adentro.Aceptemos y agradezcamos la familia que tenemos, con sus virtudes y defectos, sea numerosa o pequeña. Estemos dispuestos a dar antes que a recibir. Abandonemos la queja y la demanda y muy pronto veremos cambios, en nosotros y en los demás, que nos sorprenderán. Si tenés alguna inquietud, podés escribirme a [email protected] StamateasLicenciado en Psicología, Sexólogo Clínico, Escritor y Conferencista Internacional.
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